No solamente el trabajo artesanal de un pueblo nos habla de su cosmogonía, las luchas sociales también.
Oaxaca es un baluarte de lo que debe ser la lucha por la dignidad de un pueblo. Imagínense: ha sido necesario tener muertos y ser ocho columnas en los diarios de todo el mundo para fijar nuestros ojos en un pueblo que habla con colores, con líneas, con una belleza que va más allá de lo terrenamente permitido. Donde , si uno viaja por la montaña, podemos encontrarnos con nubes, muchas nubes, no solamente arriba de nosotros, de nuestra percepción, sino abajo. En momentos, recordemos que el tiempo no existe, las nubes están abajo, en nuestros pies. Eso es Oaxaca.
Un abrazo fraterno a quienes han resistido el embate de las violencia institucional. A quienes con un corazón, fortalecido con colores y con nubes, nos dan un fraternal ejemplo de dignidad y amor.
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