Sunday, March 25, 2007

La lucha sigue: segunda Convención Nacional Democrática


Elena Poniatowska

La Jornada

Aquí, bajo el cielo de nuestra plaza flotan miles de ideas para transformar al país. En cada una de nuestras cabezas muy bien atornilladas, hay una propuesta de acción en beneficio de México. Somos seres libres y conscientes que no nos vendemos al poderoso ni agachamos la cabeza ante él.

A lo largo de 23 meses, desde el 24 de abril de 2005, día en que más de un millón de mexicanos nos manifestamos contra el desafuero de Andrés Manuel López Obrador, aquí en este mismo Zócalo, hemos demostrado que no somos violentos y que este es uno de los grandes movimientos pacíficos de nuestro tiempo. También les hemos comprobado a todos que somos pacientes, como lo fue Gandhi, como lo fue Mandela y le hemos dado una lección de entereza a México.

Andrés Manuel López Obrador tiene una virtud, la de la paciencia. No es un santo, pero tiene la constancia, el aguante, la terquedad del hombre que sabe que tiene la razón. Este movimiento ha logrado avanzar sin una sola gota de sangre, porque nosotros sabemos que en el momento en que haya un acto de violencia perdemos todo lo que hemos ganado.

Es importante que Andrés Manuel siga forjando una red de izquierda a lo largo y a lo ancho de la República por varias razones: una, porque no se sentó a decir "ya perdí" (la mejor prueba de que nunca lo dijo es su lucha actual) y sigue viajando semana tras semana a los distintos estados; otra, porque busca la reforma del PRD, que bien podría terminar en un nuevo partido político. Así como repitió en muchas ocasiones que nunca nos iba a abandonar, Andrés Manuel jamás dijo: "Ahora arréglenselas solos los próximos seis años y nos vemos cuando tenga oportunidad de subir al poder". Andrés Manuel se ha mantenido sensible a los problemas del país, ha caminado con la gente, al lado de la gente. Si se hubiera ido a tirar a su hamaca a leer libros de historia y a dar clases de historia en las escuelas de Macuspana en vez de luchar, habríamos perdido a un líder. Perder a un líder del tamaño de Andrés Manuel sería, además de una tontería, una desgracia histórica. Es indispensable que Andrés Manuel siga cumpliendo su compromiso con la sociedad que en 2006 creyó en él y hoy sigue creyendo en él.

Además de ser una bandera y un símbolo contra el fraude electoral, ha cumplido con su palabra. Ahora les toca a los legisladores hacer su tarea. Nunca antes había ganado la izquierda tantos escaños, el PRD duplicó su presencia. El gran proyecto de la oposición tiene que ser la agenda legislativa. Más que a nadie, a nuestros senadores, a nuestros diputados de izquierda les toca librar la batalla. Por primera vez tienen un reto claro: hacer leyes que beneficien a los mexicanos más pobres. Entre más nos alejamos del centro -y eso Andrés Manuel lo sabe bien- más falta nos hacen las leyes y más deficiencias hay en las pocas que nos rigen. En provincia se encuentran las zonas más desprotegidas, porque no las enfocan los reflectores, ni cuentan con medios de comunicación y mucho menos con organizaciones de derechos humanos. Está bien ponerle un límite a las absurdas pensiones de los cinco ex presidentes de la República aún vivos: Luis Echeverría, Miguel de la Madrid, Carlos Salinas, Ernesto Zedillo y Viciente Fox, pero es indispensable hacer leyes donde hacen falta, leyes para los más abandonados, leyes como se hicieron en Europa y en Chile, leyes que nos hubieran quitado la incertidumbre en la elección pasada, como la del empate técnico, la de la segunda vuelta en una elección intervenida, como la llama Carmen Aristegui, cuando los dos contendientes que tuvieron mayor número de votos compiten nuevamente.

Es urgente darnos cuenta, por ejemplo, que nuestro sistema electoral es el más caro del mundo, las campañas son excesivamente largas y los partidos políticos reciben sumas exorbitantes que despilfarran en campañas chatarra, paran en la basura efímeras mantas, banderolas y volantes, cuando no van a dar a los bolsillos de sus dirigentes. No hay regulación sobre los contenidos de las campañas y en 2006 nos avergonzó su calidad como todavía nos avergüenza hoy que el PRD haya votado en contra de la ley indígena hace siete años y haya aprobado la ley Televisa. Imposible que esto se repita porque ahora la oposición en la Cámara es fuerte y audaz, pero debe seguir siéndolo al legislar para cien millones de mexicanos. ¿Qué propone la oposición, cómo va a funcionar, hacia dónde vamos a ir, si nuestra cámara de izquierda es capaz de hacer las reformas que nos son indispensables, cuáles son nuestras herramientas políticas para lograr consensos y hacer leyes para la gente y con la gente? En la pasada elección ni las instituciones ni las leyes dieron el ancho.

¿Vamos a seguir viviendo chantajeados y amenazados por dos cadenas de televisión, las dos voraces e insaciables ganadoras de la contienda electoral? Nuestra sociedad es muy vulnerable a los medios electrónicos. Si la televisión dice que una persona es un peligro para el país, así tal cual, sin razones ni pruebas, la gente lo cree. En ningún país, salvo en Estados Unidos, se gasta el dinero que gastamos y se permite sacar espots financiados por empresarios diciendo que el otro es un peligro. Confundir la libertad de expresión con la calumnia nos envilece a todos. Ahora que hemos aprendido la lección, los que estamos en la oposición somos menos crédulos y hemos buscado nuevos medios de información, la sociedad de hoy no es la misma que hace 20 años y hemos aprendido a detectar quién es un buen político y quién no.

Los grandes temas que traemos en la cabeza son el alza a la tortilla, el alza de 46 por ciento al presupuesto del Ejército antes que a ningún otro, el rescate carretero que nos resulta insultante, como lo es la reforma a la Ley del ISSSTE que permitirá que organismos privados tengan el control de las pensiones, la generación de empleos, la libre importación de maíz y frijol a partir de 2008, la reforma migratoria con Estados Unidos, que implica el éxodo de 400 mil migrantes al año, y el maltrato que el mismo México le da a los migrantes centroamericanos en la frontera sur al violar sus derechos humanos.

Ser autocríticos es lo mejor que puede sucedernos. El PRD tiene frente a sí un gran reto como oposición: probar que puede hacer las leyes necesarias, lograr las reformas indispensables. La ley de convivencia fue un triunfo no sólo para la comunidad gay sino para la nieta que cuida a su abuelita durante años y de pronto llega la familia y le dice que no tiene derecho a nada o las dos mujeres que vivieron juntas hasta que una muere dejando a la otra sin derechos a la administración de los bienes o a la herencia. La ley de convivencia abarca a toda la sociedad y es un triunfo. Así como esta ley, muchas otras nos aguardan y tenemos todo el derecho de exigir a los legisladores que no se vuelva a aprobar, como en el pasado, la ley Televisa en siete minutos en una negociación entre los partidos y la televisora.

Ser un opositor es cuestionarse a sí mismo; ser un opositor es mantenerse alerta a las propias deficiencias; ser un opositor es ser un hombre o una mujer equilibrados. Los locos no son opositores del sistema, son locos. Ser un opositor es decirle no al robo de jubilaciones y pensiones del ISSSTE y del IMSS; ser un opositor es jugársela con los pobres; ser un opositor es proteger al país, sus bosques, sus ríos, sus litorales, sus zonas arqueológicas; ser un opositor es olvidarse del propio egoísmo; ser un opositor es vivir en ascuas; ser un opositor es pasar de la Convención Nacional Democrática del 16 de septiembre a esta nueva convención del 21 de marzo en que hemos hecho mesas de trabajo y de reflexión, en que todos hemos participado, en que no hemos votado a mano alzada sino a conciencia, en que muchos se han sacrificado por llegar hasta el Zócalo y permanecer de pie durante horas; ser opositor es pensar que todos tenemos derecho a la felicidad; ser un opositor es consolidar un proyecto y pasar a la acción; ser un opositor es pensar en el futuro de los jóvenes y en el ocaso de los ancianos; ser un opositor es ser feliz y enamorarse y sentarse en el Zócalo durante 50 días a protestar contra el fraude y la mentira.

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