Thursday, March 08, 2007

Miseria, la terrible miseria

El Presidente electo por los tribunales se empeña en mostrar un rostro dinámico, decisiones contundentes y una imagen que está muy lejos de ser cierta. El testimonio de la Agencia Proceso nos habla de un México de cuerpo entero donde la falta de infraestructura y servicios médicos, generan muerte.
No podemos ver a nuestra patria con el rostro que desean promover en el canal de las estrellas o en tv azteca, ese México solamente existe en la fantasía, en la tierra del nunca jamás.




Alejandro Caballero/ Agencia Proceso

COCHOAPA EL GRANDE, GRO.- Aquí, las mujeres e infantes se mueren porque llegan al hospital demorados por las brechas interminables que los separan de él. Y lo más cotizado, por encima de los cartones de cerveza, son las niñas que empiezan a menstruar.

En este municipio de Guerrero, con la más alta marginación de México y una pobreza extrema similar a la que padecen países africanos, las tragedias mixtecas son asunto de todos los días.

La de Florentina inunda las letras de cólera.

Las punzadas del vientre le anunciaron, al mediodía del 22 de febrero pasado, el fin de su embarazo. Acudió, fiel a la tradición de la región, a la curandera de las confianzas de la familia de su marido Zeferino, pero se topó con un obstáculo insalvable para el empirismo: el bebé venía con los pies por delante.

Rendida la partera, el nuevo cuerpo asomó hasta la mitad entre las piernas de la niña mixteca. Intensos los dolores, frágil a sus 17 años, Florentina se desvaneció. El esposo corrió a buscar al médico del centro de salud. En comisión por las comunidades, la encargada del dispensario le informó que regresaría hasta muy noche.

A las 6 de la tarde, el cuñado de la niña embarazada aceptó a cambio de 700 pesos, por tratarse de un asunto familiar, llevarla en viaje especial en su “pasajera”, una polvorienta camioneta pick up de servicio colectivo que acomoda al usuario en su parte trasera, y que hace corridas de Cochoapa a Tlapa en un mínimo de tres horas y media, a 60 pesos por persona.

Florentina fue levantada del camastro matrimonial agarrada de las manos y los pies y depositada entre espasmos en ese cuchitril convertido en ambulancia. Rodeada de inmundicia, dejaron caer su cuerpo sobre la alfombra de polvo amarilloso acumulado en los trajines cotidianos de las brechas, incontables los saltos, permanente la inestabilidad.

Pasadas de las 9 y media, “la pasajera” llegó a Tlapa y agarró camino al hospital del Niño y la Mujer, inaugurado tardíamente por Vicente Fox y el gobernador Zeferino Torreblanca en 2005, porque el anterior mandatario estatal, René Juárez Cisneros, decidió que el instrumental médico asignado para este sanatorio se trasladara a uno que se abrió en Chilpancingo, recuerda Jesús Rodríguez, del Centro de Derechos Humanos de La Montaña, Tlachinollan.

Florentina se batía entre gritos. El medio cuerpo de su hijo que se mantuvo fuera durante el viaje se había regresado al interior del vientre. A las 10 con 47 minutos de la noche del jueves 22 de febrero, de acuerdo con el acta de defunción del niño, se procedió a la cesárea, necesaria para salvar a la madre, inútil para recuperar con vida al infante.

Al mediodía del viernes, la familia de Florentina aguardaba en la sala de espera de Tlachinollan. No tenía dinero para el ataúd infantil y el centro dirigido por Abel Barrera tramitaba un vale para que en la funeraria de Tlapa, el municipio que se promueve como la entrada a La Montaña, le entregaran una caja recubierta de tela blanca.

Con la ausencia de la mamá, que sería dada de alta en la mañana del domingo 25, su pareja Zeferino trasladó el cuerpo del niño sin nombre, de regreso a Cochoapa, en el asiento trasero de la camioneta rentada por Proceso, la tarde del viernes 23.

Ya entrada la noche, en un cuarto de adobe sin ventanas y techo de láminas de cartón, sobre un huacal se depositó la caja de madera, apenas iluminada por tres cirios. A la casa de Florentina y Zeferino se llega serpenteando el cuerpo, pasando de lado, entre el espacio que dejan otras dos viviendas construidas sobre la inclinación de lo que era un monte.

Un par de camastros y bolsas colgadas de mecates y alambres que cruzan la habitación en todas direcciones son las pertenencias de la familia en duelo. La madre María Silvia encabeza los responsos escuchada por tres allegados y, al final de las oraciones, Margarito, el hermano mayor de Florentina, pregunta con tono preocupado a la religiosa: ¿No sabe cuánto nos van a cobrar en el hospital?

La directora del sanatorio del Niño y la Mujer, Sofía Caballero Martínez, informa al enviado: “En el mes de enero se registraron siete defunciones de infantes; en 2006 fueron 70; el 80% de los niños llega muerto y el otro 20% presenta un sufrimiento fetal severo o malformación congénita”.

El año pasado, comparte sus estadísticas la doctora, ese nosocomio registró 20 muertes maternas. “Nueve de esas mujeres llegaron en condiciones muy complicadas porque venían de lugares muy lejanos”.

–¿Si usted pudiera resolver la principal carencia de este hospital, que haría? –se le preguntó a la doctora Caballero.

–Compraría una ambulancia aérea.



El precio de Adela

Las menores de edad de Cochoapa que inician su edad fértil están condenadas.

Sus padres las tasan entre 10 y 100 mil pesos.

El síndico procurador Guillermo Flores Lorenzo y la madre María Silvia Rodríguez, de la Congregación Hijas de la Caridad de San Vicente Paul, avecindada desde hace siete años en esta cabecera, cuentan la historia de Adela, que Proceso reconstruye.

Adela no quería que su fiesta de bodas terminara. Que no se acabara la música ni la comida ni las cervezas, deseaba exhausta a los tres días del jolgorio. Si aquello llegaba a su fin, pensó a sus 12 años y dos meses, el hijo del padre que pagó por ella 30 mil pesos podía tomarla.

Su padrastro Nicanor fijó la cantidad y a Gervasio le pareció justa. Lo resolvieron sin mucha vuelta. Un día, el futuro suegro de su hijastra le comentó si tenía dada a la Adela y él le dijo que todavía no, pero que si era verdadero el interés se apurara porque la niña ya no lo era. Ya mancha su ropa, le soltó la voz transformada por el alcohol.

Y Gervasio le resolvió en menos de una semana. A Prudencio no le importó quién era. Cuando su padre le tocó el tema lo zanjó de inmediato. “Con la que usted diga”, cerró la transacción su voz de hombre de 13 años.

En las penumbras del pueblo, Adela caminó por donde le dijo Prudencio. Su madre ya había llevado sus mudas y pertenencias a la casa de Gervasio. Sólo faltaba ella.

Absortos en sus pisadas, el niño esposo ordenó sin mirar a Adela, espérame aquí, y se regresó a los estertores del bodorrio. Alejada la silueta del hombre al que le dijeron que pertenecía, aterrada, se echó a correr hacia la parte más oscura del pueblo.

Con el corazón atribulado, se apretujó en el rincón de un cuartucho que sabía abandonado. Tardó en cerrar los ojos. Cualquier ruido lo atribuía a los pasos cercanos de Prudencio, cualquier voz del vecindario le parecía la del padrastro y los ladridos de perros, su delación. Pero cuando despertó, a la que vio fue a su madre, sus dedos jalando su cabello, su rostro descompuesto por la ira.

A jalones, vigilada por Nicanor, Petra la arrastró hasta la casa materna, le amarró una soga al cuello, la colgó sin asfixiarla de la viga central y con un mecate la tundió hasta que reparó en los ojos idos de la niña.

Muerta en vida, descolgada del techo, Adela dejó que el aire se acomodara en el cuerpo, cerró los ojos, pero no dejó de escuchar. Su padrastro no entendía por qué les hacía pasar la vergüenza si Gervasio cumplió sin regatear con la dote, si sólo siguió la costumbre del pueblo, si ella ya no tenía que preocuparse por un hombre, si ya podía ser madre.

De los reclamos a la maltrecha Adela, el padrastro arremetió contra Petra. Ella era la culpable de las torpezas de su hija.

En su tragedia, Adela ganó tiempo. Su tía Delfina la acompañó a ver al síndico Guillermo Flores, quien escuchó lo que ya sabía y ante el asombro del par de mujeres, mandó por el padrastro y la madre, determinó su arresto por 35 horas y los obligó a la devolución de los 30 mil pesos.

–¿Y los gastos de la fiesta, el baile, la comida, la cerveza? –se le pregunta a la autoridad judicial de esta comunidad mixteca.

–Eso lo perdió el padre del muchacho. Eso ya no se puede recuperar, ¿pues cómo? –responde Flores Lorenzo.

“Lamentablemente apenas hay pocas que se quejan. La mayoría acepta sin reclamo lo que deciden sus padres. Por miedo, por lo que sea, pero asumen su situación y el negocio se cierra”, cuenta, el hábito puesto, la monja María Silvia.

–¿Entonces se consuma el matrimonio?

–No hay tal. No hay casamiento, ni por lo civil, ni por lo religioso. Aquí la gente no se casa, simplemente el padre pide la dote, se la pagan y asunto arreglado. La rebeldía de Adela es la excepción.



Marginados entre los marginados

En la cabecera de Cochoapa el Grande, hay aproximadamente 5 mil habitantes y 15 mil 572 en todo el municipio, según el Consejo Nacional de Población (Conapo). No hay un solo jardín de niños, aunque sí una primaria y una secundaria.

Los datos oficiales de todo el municipio, con apenas 23 meses de creado, son de escalofrío. La población analfabeta de 15 años o más, 75.81%; la población sin primaria completa de 15 años, 87.69%; ocupantes en viviendas sin drenaje ni servicio sanitario, 93.72%; ocupantes de vivienda sin energía eléctrica, 60.78%; población ocupada con ingreso de hasta dos salarios mínimos, 86.87%.

El Conapo determina el índice de marginación tomando en cuenta “la falta de acceso a la educación, la residencia en viviendas inadecuadas, la percepción de ingresos monetarios insuficientes y el aislamiento y tamaño de las comunidades”.

Cochoapa el Grande era hasta el 3 de abril del 2005 una comunidad más del municipio de Metlatónoc reportado en 2000 por la misma Conapo con la más alta marginación de México.

Pero una lucha de 25 años por su independencia se concretó al día siguiente. Ese año, la lista de la marginación se modificó, Metlatónoc pasó al sexto lugar y Cochoapa lo relevó en el primer sitio.

De acuerdo con la Organización de las Naciones Unidas (ONU) en 2000 el índice de desarrollo humano (IDH) de Metlatónoc (incluido Cochoapa el Grande) era similar al de los países africanos de Mali, Malawi y Angola. Mientras Metlatónoc tenía un IDH de .0389, Mali aparecía con 0.386; Malawi con 0.400 y Angola con 0.403.

Los argumentos expuestos en el decreto número 588, mediante el cual el gobierno de René Juárez Cisneros y el Congreso del Estado autorizan la creación del municipio Cochoapa el Grande, son los siguientes.

Dice en su parte medular: “que el gobierno del estado, para lograr un mejor desarrollo de la población busca responder a tres grandes retos: primero, crear condiciones legales, materiales, políticas y sociales que aseguren el crecimiento económico con equidad social; segundo, abatir la pobreza extrema y mejorar las condiciones de vida de los habitantes, y tercero, fortalecer su vida democrática”.

Asegura que “Cochoapa cuenta con recursos naturales potenciales que en el futuro inmediato pudieran ser susceptibles de un aprovechamiento racional, tales como recursos forestales que actualmente son explotados en pequeña escala…”

Y más adelante insiste: “Cochoapa El Grande (tiene) un potencial económico susceptible de desarrollarse en forma adecuada e inmediata”.

Este nuevo municipio recibió en 2006 un presupuesto de 27 millones y para el año que corre recibirá 30. El alcalde Santiago Rafael Bravo gana 12 mil al mes, los regidores 9 mil 500 y en total el ayuntamiento tiene 68 empleados.

Lo primero que pregunta el presidente municipal de extracción perredista al enviado es si ya vio el palacio municipal de dos pisos y acabados de lujo que está inconcluso pero que contrasta con la miseria de las calles de tierra y las casas de madera o de adobe y techos de láminas de cartón de sus habitantes. “¿Qué le parece?”

–¿Cuánto invirtió?

–Once millones. Sólo falta que le pongan los vidrios.

–¿Era necesario?

–Lo pidió el pueblo.

Bravo está acusado de corrupción por el cabildo, porque, entre otras acciones, construyó ese faraónico palacio municipal.

El cabildo, encabezado por el síndico Guillermo Flores, del PRI, tiene contra la pared al presidente municipal Bravo. En cualquier momento el Congreso del Estado determinará si continúa en el cargo o se le destituye.

Al menos en la cabecera de Cochoapa, se percibe que corre el dinero. Esa impresión dejan las camionetas de reciente modelo apostadas a las afueras de las casuchas, camiones cargados de madera que circulan manejados con destreza por las brechas, una decena de “pasajeras”, un impresionante flujo de cerveza y de pepsicola que, por cierto, le tiene ganada la plaza a la cocacola.

En voz baja, se comenta que la siembra de amapola se mantiene a pesar de que la montaña de Guerrero está sobrepoblada por elementos del Ejército, de acuerdo con denuncias que han llegado a Tlachinollan.

Los rezanderos o brujos son otro poder en la comunidad.

A las afueras de la cabecera, camino a Oaxaca se divisa el Cerro de la Garza. Quien quiere pedir el mal para alguien, auxiliado por un rezandero, sube hasta la cima e invoca a un ídolo inexistente que, sin embargo, los pobladores identifican como San Marcos.

“Eso se llama clavar a alguien”, explica la monja y maestra Rutila Lara, que auxilia a la religiosa María Silvia. “Cualquier malestar que siente la gente en el cuerpo se lo atribuye a la brujería. Por eso, cuando alguien se siente mal, también sube al cerro para desclavarse”.

–¿Y cuánto cobran los rezanderos?

– En promedio, 500 pesos.



“Aquí sí hay miseria”



Ita Tío (río de cangrejos) se ubica a poco menos de cuatro horas de la cabecera municipal de Cochoapa. Colindante con la sierra de Oaxaca, es la comunidad más aislada de la montaña de Guerrero. En el padrón aparecen inscritas 201 personas.

Isidro Pacheco Agustín, el comisario ejidal, aclara que apenas si hay 11 o 12 casas ocupadas, porque la mayoría de las familias se fueron a trabajar a Sinaloa.

En mixteco, detalla la dieta de ese día. Traduce Bernardo Flores, regidor de salud de Cochoapa:

Por la mañana, bejuco de ejote hervido en agua y tortillas de maíz. Por la tarde: tres o cuatro chiles molidos en agua que convierten en caldo y en el que remojan sus tortillas. Por la noche: frijoles con hoja de hierba santa y las infaltables tortillas.

Isidro tiene 45 años y extrañamente un solo hijo, Porfirio, de 22, que a su vez tiene tres: René de cuatro años, Mauricio de año y medio y Matilda de siete meses. Su esposa hace las tortillas en un comal a ras del suelo. Todos viven en el mismo cuarto, construido irremediablemente de adobe.

–¿Cuánto pagó de dote por la esposa de su hijo? –se le pregunta a Isidro.

Bernardo traduce: “10 mil pesos, pero con la comida, la bebida y la fiesta gastó en total como 30 mil”.

–¿De dónde sacó el dinero para pagar la mujer y la fiesta?

–Se fue a Sinaloa con toda la familia. Juntó lo que necesitaba y se regresó –cambia el mixteco por el español el regidor de salud.

Isidro informa: hace 15 días llegaron a instalar una línea telefónica a un lado de la solitaria cancha de basquetbol.

El regidor Flores acepta conmovido: “Aquí sí hay miseria, en Cochoapa tenemos de todo”.

Pero resulta que Ita Tío es el paraíso. Bajando la brecha, los enviados se encuentran en el camino, agotadas, acompañadas de cinco niños, a dos instructoras de la escuela “Francisco I. Madero”, la única, de la vecina comunidad de Arroyo Olor.

Cuentan que llevan hora y media caminando y que se dirigen a Ita Tío porque donde provisionalmente viven no hay nada de comer.

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