Wednesday, April 30, 2008

Los niños en latinoamérica

El poeta chileno Pablo Neruda ha asociado su creación poética con un simple intercambio de regalos en su infancia




Esta curiosa historia sugiere que al ofrecer nuestra amistad a alguien que no conocemos, fortalecemos nuestro vínculo fraterno con toda la humanidad. Una vez buscando los pequeños objetos y los minúsculos seres de mi mundo en el fondo de mi casa en Temuco, encontré un agujero en una tabla del cercado. Miré a través del hueco y vi un terreno igual al de mi casa, baldío y silvestre. Me retiré unos pasos, porque vagamente supe que iba a pasar algo.
De pronto apareció una mano. Era la mano pequeñita de un niño de mi misma edad. Cuando acudí no estaba la mano porque en lugar de ella había una maravillosa oveja blanca. Era una oveja de lana desteñida. Las ruedas se habían escapado. Todo esto lo hacía más verdadera. Nunca había visto yo una oveja tan linda. Miré por el agujero, pero el niño había desaparecido. Fui a mi casa y volví con un tesoro que le dejé en el mismo sitio: una piña de pino, entreabierta, olorosa y balsámica, que yo adoraba. La dejé en el mismo sitio y me fui con la oveja. Nunca más vi la mano ni el niño.
Nunca tampoco he vuelto a ver una ovejita como aquélla. La perdí en un incendio. Y aún ahora en este 1954, muy cerca de los cincuenta años, cuando paso por una juguetería, miro aún furtivamente a las ventanas. Pero es inútil. Nunca más se hizo una oveja como aquélla. Yo he sido un hombre afortunado. Conocer la fraternidad de nuestros hermanos es una maravillosa acción de la vida. Conocer el amor de los que amamos es el fuego que alimenta la vida. Pero sentir el cariño de los que no conocemos, de los desconocidos que están velando nuestro sueño y nuestra soledad, nuestros peligros o nuestros desfallecimientos, es una sensación aún más grande y más bella porque extiende nuestro ser y abarca todas las vidas. Aquella ofrenda traía por primera vez a mi vida un tesoro que me acompañó más tarde: la solidaridad humana. La vida iba a ponerla en mi camino más tarde, destacándola contra la adversidad y la persecución.
No sorprenderá entonces que yo haya tratado de pagar con algo balsámico, oloroso y terrestre la fraternidad humana. Así como dejé allí aquella piña de pino, he dejado en la puerta de muchos desconocidos, de muchos prisioneros, de muchos solitarios, de muchos perseguidos, mis palabras. Esta es la gran lección que recogí en el patio de una casa solitaria, en mi infancia. Tal vez sólo fue un juego de dos niños que no se conocen y que quisieron comunicarse los dones de la vida. Pero este pequeño intercambio misterioso se quedó tal vez depositado como un sedimento indestructible en mi corazón, encendiendo mi poesía.

Pablo Neruda, Isla Negra, 1954





En América Latina 58 por ciento de los niños viven por debajo de la línea de pobreza; 33 por ciento de los menores de dos años están desnutridos, y crece el número de pequeños que viven en las calles en total desamparo. Un reporte de Bernardo Kliksberg, coordinador de la Iniciativa Interamericana sobre Capital Social, Etica y Desarrollo del Banco Interamericano de Desarrollo (BID), señala que la región es la que tiene un reparto más desigual de la riqueza en todo el planeta.

Los niños en Latinoamérica

Según este informe, detallado por la analista del BID Christina Mac Culloch, el 10 por ciento más rico tiene 84 veces el ingreso del 19 por ciento más pobre.

Además, destacó Kliksberg, la protección de la familia es un valor central, pero en los hechos la pobreza destruye diariamente numerosas familias, en tanto que las madres solteras están a cargo de 30 por ciento de los hogares en América Latina.

Las tasas de mortalidad materna de la zona son cinco veces mayores que las del mundo en desarrollo.

Hambre de solidaridad

Por su parte, el presidente del BID, Enrique V. Iglesias, señaló que en la región "hay también hambre de solidaridad", y destacó la importancia del desarrollo de capital humano y social para apoyar el progreso económico y el afianzamiento democrático de los países latinoamericanos.



Manifestó que la recuperación de la democracia en América Latina conlleva una demanda de mayores valores éticos. Las comunidades, agregó, juzgan ahora, desde esa perspectiva, las acciones de los funcionarios, los empresarios y las organizaciones internacionales. La sociedad civil, una de las grandes fuerzas en los años que vendrán, incrementará las demandas en el rubro de la ética.

Kliksberg, agregó que estos lamentables datos sobre la niñez muestran la magnitud de los desafíos que enfrenta América Latina. Frente a los agudos problemas de pobreza y desigualdad que presenta la zona, valores básicos tales como la responsabilidad; la sensibilidad frente a la pobreza, el respeto profundo a la dignidad humana, principalmnte de los más desvalidos, y la sensación de urgencia frente a los daños irreversibles que causa la miseria deberían orientar el diseño de políticas y esfuerzos por el desarrollo.

En la reunión denominada Etica y desarrollo: los nuevos desafíos, organizada por el BID, Kliksberg presentó la iniciativa que fue debatida por representantes del gobierno de Noruega y de 15 centros académicos para ampliar la discusión ética en la región e impulsar temas como la responsabilidad social de la empresa, el voluntariado y las grandes concertaciones sociales para enfrentar la pobreza.

Explicó que la iniciativa busca impulsar el fortalecimiento tanto de los valores como del capital social de los países de la región, aspectos que están profundamente interrelacionados y se potencian mutuamente. La experiencia internacional indica que los países con un índice mayor de capital social y ética han tenido mejores resultados en términos de desempeño económico, calidad de vida y maduración democrática, subrayó el especialista.

Carlos Flores de Honduras, señaló que "hay hambre de ética en el mundo", y planteó que además de recursos y oportunidades la región necesita mayor comprensión internacional frente a las difíciles realidades que vive.



Hay que ver lo que podemos hacer con lo que tenemos y no aplicar automáticamente modelos o recetas de otras latitudes, precisó el mandatario hondureño, quien añadió que el desarrollo no es ético cuando deja de ocuparse de la brecha que separa a 80 por ciento de la población mundial con carencias agudas del 20 por ciento con necesidades satisfechas.

El presidente del Banco Centroamericano de Integración Económica, Pablo Schneider, y el embajador Jan Erik Leikvang, del Ministerio de Relaciones Exteriores de Noruega, también mostraron su preocupación por estos agudos problemas.

Leikvang dijo que la equidad, la inclusión y la participación social deben constituir un imperativo ético central de la agenda para el desarrollo.

Rechazo al economicismo

A su vez, el representante del BID en Honduras, Helge Semb, previno contra el economicismo, y dijo que los acuerdos económicos básicos no son fines en sí mismos, sino medios para lograr una mejor calidad de vida.

El encuentro se desarrolló en tres etapas de análisis: las relaciones entre ética y economía; entre ética y salud, educación y cuidado del medio ambiente, y la situación de los niños y los excluidos.

Esta nota de Rebelión data del 2001, se postea debido a que las condiciones en muchos casos siguen iguales y en otros se han agudizado, como en México, donde no hay una clara política social para mejorar las condiciones del menor en todos los ambitos; salud, educación, cultura.

EL TRABAJO INFANTIL EN MÉXICO: REFLEXIONES DE UNA ANTROPÓLOGA

Ocurre que la realidad es superior a los sueños.

En vez de pedir “déjame soñar”

Se debería pedir “déjame mirar”.


Jaime Sabines

El Trabajo Infantil, tanto en México como en otros lugares del mundo, es una realidad que
acompaña lo cotidiano, que tiene muchos posicionamientos políticos, muchas interpretaciones
ideológicas y muchos modelos de intervención. Desde una mirada antropológica, trataré en este breve espacio, de abrir las posibilidades de estudio de este fenómeno social y desmitificar algunos elementos que lo hacen caer en el saco de la política de “buenas intenciones” o de algunas investigaciones poco rigurosas que se centran más en el dato morboso o en la búsqueda del generoso y occidental donativo.

Buscando una primera definición, tenemos que el trabajo infantil es un concepto que se emplea como término genérico para referirse a los trabajos que realizan los niños y las niñas y que no tienen necesariamente consecuencias negativas para éstos. Para la Organización Internacional del Trabajo (OIT), la mayoría de niños y niñas trabaja desde los seis o siete años, comienzan a ayudar en el hogar o en negocios de la familia, y estas actividades pueden contribuir favorablemente a su desarrollo. UNICEF por su parte, reconoce que existe una gran variedad de actividades cuyo desempeño no implica un efecto negativo en el desarrollo de estos niños y niñas.

El trabajo infantil pasa a ser explotación laboral infantil cuando las condiciones en las que se encuentran estos niños y niñas dificultan su acceso a la escuela, cuando conllevan un peligro en su realización o son de algún modo perjudiciales para su bienestar físico, mental, moral o social.

Dentro de la consideración sobre el trabajo infantil, debemos tener en cuenta que es un fenómeno que va mas allá del aspecto económico y que forma parte del bagaje cultural, de la
experiencia vital de sucesivas generaciones y como parte del conjunto familiar, es decir, tendremos que analizarlo como un fenómeno multidimensional.

En México, ni siquiera hay uniformidad de datos estadísticos al respecto, la UNICEF (en su Informe sobre el Estado Mundial de la Infancia, 2005), estima algo más de tres millones de niños y niñas mexicanas que trabajan con edades entre los 6 y 14 años. Pero es sólo una aproximación, que deja fuera a los que trabajan por debajo y por encima de esa fase etaria.
Independientemente de las cifras estadísticas (que en algunos casos nos pueden ser útiles
para situar las dimensiones de la realidad), el trabajo infantil debe ser observado en toda su
complejidad, buscando más allá de lo que los datos oficiales nos reportan. Es por ello, que la
metodología antropológica, tiene mucho que decir ofreciendo otras caras, colores y dimensiones que las grandes encuestas, los informes oficiales o los diagnósticos institucionales no desvelan, a veces por intereses políticos o económicos, que suelen caer en generalizaciones que dan por sentados otros aspectos necesarios y relevantes.
En México, las raíces del trabajo infantil hay que buscarlas en diferentes aspectos: por un
lado, están las formas que adoptó el desarrollo, con desequilibrios regionales, desigual distribución del ingreso, crecimiento urbano explosivo, dispersión y aislamiento de la población rural. Este hecho se ve claramente en los fuertes procesos migratorios que sufrió Ciudad de México en diferentes décadas del siglo XX, pero con especial intensidad desde 1980 hasta la actualidad, en la llamada Fase de Megalopolización. Por otro lado, los nuevos procesos sociales fueron causa de este fenómeno: corrientes migratorias que incorporaron cada vez más a crecientes contingentes de menores y mujeres, provocando la desintegración familiar y el crecimiento de hogares monoparentales, que a su vez generaron cambios en las pautas y valores culturales. La Política económica por su parte, ha fomentado la creación de empresas familiares, que precisan de mano de obra y que se han apoyado en las redes de parentesco para obtenerla.

Todas estas circunstancias tienen como consecuencia que una de cada cinco familias no
obtenga ingresos suficientes para la alimentación y uno de cada dos habitantes del campo y uno de cada nueve de los que viven en la ciudad se encuentren en condiciones de extrema pobreza.

UNICEF plantea que son muchas las modalidades de trabajo infantil en todo el mundo, pero éstas pueden
agruparse en siete tipos principales:

• Trabajo doméstico
• Trabajo servil o forzoso
• La explotación sexual
• Trabajo en la industria y en las plantaciones
• Trabajo en la calle
• Trabajo para la familia
• Trabajo de las niñas (contemplado como caso específico

debido a que es un sector de la
población con una problemática añadida, que va desde el acoso sexual hasta la exclusión de
la educación).

Mientras paseas por las calles, plazas y avenidas de cualquier pueblo o ciudad de México, es fácil encontrar una variada población que ha hecho de estos espacios su hábitat propio de
subsistencia: mercados, tianguis, venta ambulante, puestos improvisados… y dentro de esa variada gama de gente trabajadora, frecuentemente, encuentras a niños, niñas y adolescentes trabajando de diversa manera: ayudando y trabajando en puestos de comidas, verduras y otros artículos, vendiendo en los semáforos, en el metro, en los micros …desarrollando estos trabajos dentro del ámbito familiar o a través de una relación contractual (implícita o explícita).
Las edades son variables así como el desempeño de tareas y la propia percepción y
visualización del concepto de trabajo. Según datos que se arrojan sobre el fenómeno del trabajo infantil, es importante señalar también que más niños que niñas trabajan fuera de sus casas, mientras que las niñas son solicitadas para trabajar en las labores domésticas.
Las actividades son variadas, dependiendo si el trabajo es rural o urbano, si lo desempeñan niños y niñas solas o acompañados de una persona adulta, si el trabajo se realiza dentro del contexto familiar, en una maquila, en la agricultura...de nuevo aquí, encontramos que se hace difícil hablar del trabajo infantil como algo homogéneo en su definición y menos aún para su intervención.

A nivel mundial, encontramos respecto al trabajo infantil, dos claros posicionamientos políticos: el abolicionista y el proteccionista, que van a ser condicionantes para las acciones de los organismos públicos, privados, gubernamentales o no gubernamentales y que tendremos que tener en cuenta a la hora de revisar los textos y publicaciones que hay en torno a la materia.

El enfoque abolicionista considera que el trabajo infantil es nocivo y vulnera los derechos consagrados en la Convención de las Naciones Unidas sobre los Derechos del Niño, argumentando que afecta negativamente la educación, la salud y la seguridad ocupacional y personal de los niños y niñas. El enfoque proteccionista tiene como premisa la valoración crítica del trabajo infantil, y destaca los aspectos positivos, tratando de recuperar las potencialidades de una experiencia laboral que forma parte integrante del proceso socializador. Desde esta posición se considera que el trabajo no es en sí mismo negativo, sino que está en función de sus características y de su desempeño. Los representantes de este posicionamiento serían los movimientos de Niños, Niñas y Adolescentes. Trabajadores (NATs) y algunas organizaciones no gubernamentales locales e internacionales dentro del ámbito de la infancia, cuyas publicaciones abogan por la participación y el protagonismo infantil, dando una explicación estructural, económica, histórica y cultural, denunciando no tanto el trabajo infantil en sí mismo, sino las condiciones en las que la infancia y la adolescencia desarrollan dichos trabajos.

Desde las ciencias sociales las aproximaciones teóricas sobre el trabajo infantil han sido
diversas. La Economía suele abordar la cuestión dando una explicación unicausal, que sería la
pobreza. El Derecho, en su consideración de la infancia como sujeto de derechos, analiza el trabajo infantil desde un punto de vista jurídico, estableciendo normas para su regularización y supervisión.
Por su parte, la Psicología y la Pedagogía son por su propia definición, las ciencias que han hecho mayores aproximaciones al tema de la infancia en general, pero no se han acercado al tema del trabajo infantil de una manera específica, dejando fuera de los análisis entre otros aspectos, las repercusiones psicológicas del desempeño de diversos trabajos, o el desarrollo de habilidades cognitivas que puede favorecer el trabajo infantil. Por su parte, la Sociología y la Antropología, han considerado a la infancia como una etapa social transitoria previa a la adultez y aunque encontramos estudios antropológicos que tratan de manera específica algunos grupos de edad (también por parte de la Sociología), no encontramos apenas, documentos referidos a infancia y adolescencia relacionada con el trabajo. Está también, la errada consideración de la infancia como un grupo homogéneo, dependiente, o como minoría (impidiendo que los niños y niñas puedan tomar parte en las decisiones que les atañen) y eso supone un vacío teórico en los estudios acerca del trabajo infantil. En Antropología, la Escuela de “Cultura y Personalidad” hizo algunas aproximaciones a la infancia con autores como Mead y Kardiner en los años 30. Más adelante, se realizaron algunos estudios comparativos sobre las formas de educación primera (Whiting y Child, 1952). En Francia, están los estudios de Griaule sobre los juegos infantiles, y también estará la escuela etnopsiquiátrica de Dakar analizando a la infancia en el medio tropical desde una aproximación interdisciplinaria. Más allá del estudio antropológico de la infancia, se han realizado estudios
vinculados a ésta, como la sexualidad, la iniciación o la educación.

El acercamiento antropológico a la realidad del trabajo infantil, generalmente puede estar
rodeado de cierto aire “quijotesco”, tanto por la temática como por la metodología empleada. La metodología antropológica exige ser constante en los acercamientos a niños y niñas trabajadoras, transitar por los mercados, las plazas y las calles donde trabajan, hasta lograr acceder a ellos, a ellas y a sus familiares, convivir con sus entornos, con sus rutinas, pasar muchas horas a su lado, jugando, “platicando”, escuchando...para que la recolección de datos no esté sesgada, para que la información recogida en la observación pueda contrastarse con los discursos.

En Antropología, la recogida de datos etnográficos con la infancia resulta, hoy en día, un campo aún por explorar...si tenemos en cuenta, que dicha metodología, contiene elementos que a priori no son aplicables en niños y niñas, y que en caso de serlos, deben ser correctamente ajustados.

Una historia de vida en una niña de siete años es difícil de plantear...no creen?, o una entrevista en profundidad (cuya duración puede tener una o dos horas, hasta mucho más tiempo) se hace difícil de mantener cuando se trata de un niño de diez años...sin infravalorar, en modo alguno, toda la valiosísima información que los niños y niñas tienen para aportar, desde su propia vivencia, desde su propia visión del mundo, que muchas veces, no tienen nada que envidiar al mundo de los y las adultas.

Es por ello, que se deben aplicar otras técnicas “prestadas o importadas” de otras ciencias sociales (los dibujos, los juegos, las técnicas proyectivas...), sin perder por ello, el matiz antropológico buscado. Entrelazando la información recabada con el siempre válido e imprescindible “trabajo de campo”, éste que desgraciadamente en muchas investigaciones queda subsumido por las entrevistas, los cuestionarios y la inmediatez que se exige en la presentación de los resultados. El trabajo de campo “malinowskiano” que define y particulariza especialmente a la ciencia antropológica frente a
otras ciencias sociales.

Al fin y al cabo, lo interesante de hacer un estudio sobre el trabajo infantil desde un punto de vista antropológico, más que en las brillantes conclusiones a las que se pueda llegar, está en analizar el proceso que viven niños y niñas en sus entornos y en su realidad, visibilizar sus condiciones de vida, sus relaciones sociales y parentales, ir más allá de lo que nos cuentan los grandes informes estadísticos, y que en muchas ocasiones, se desestima en pro de otros aspectos más “interesantes” desde una óptica política o desde una óptica filantrópica. Hay, por tanto, que aprender a mirar su realidad, de manera honesta y rigurosa, tal como se introduce este artículo, porque la realidad es superior a los sueños.

Begoña Leyra Fatuo

E-mail: BLEYRA@terra.es
Universidad Complutense de Madrid. Realizando investigación doctoral en Antropología en la Ciudad de México sobre Trabajo Infantil Femenino.

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