Thursday, November 29, 2012

Somosuno Radio en resistencia, apuntalando el proyecto ciudadano en comunicación...

Como todos los viernes de 7 a 8 de la tarde-noche, desde ciudad capital en el noreste del país:
LA CASA DE LA NETA
Un programa de música popular de todos los tiempos,
en una ciudad tomada por la marina armada y el ejército.

WWW.SOMOSUNORADIO.ORG
En la música: Jaime López, Congal Tijuana, Real de Catorce, San Pascualito Rey 
y máxxx.


 Haixata
Ha metipurairika tikaku  titi,
hay erieti xamá mitahuawe me itexieti.
Mexi xawe xawari aitía pai heutayeika,
wainaruritsixi memaxikiriwa mehatati.
Ha mukwalieti miyeneika mexi wapai tuukátsi
mekiepawie,
Xawe tekía pa hakaneka mana hulawa muyetse é.
Miya titi yeukame  hatetsita miemeki pita
mutihari.

Ojo de agua
En pleno tiempo de secas brota el agua a borbotones,
renovada por la danza ritual de los insectos.
Del mirador caen hojas de pochote
meciéndose en el aire.
Unas quedan atrapadas en las telarañas,
otras alcanzan el agua y navegan sobre ella sin rumbo.
El caminante prefiere las hojas húmedas flotantes
para apagar la sed que quema su garganta.


Producción y conducción: René Zúñiga

Wednesday, November 28, 2012

Bienvenido a la pesadilla, Peña Nieto



Una de las protestas de #YoSoy132 en Televisa Chapultepec. Foto: Alejandro Saldívar
Una de las protestas de #YoSoy132 en Televisa Chapultepec.
Foto: Alejandro Saldívar
MÉXICO, D.F. (apro).- El próximo 1 de diciembre, al llegar a la presidencia de la República –con una ceremonia fastuosa en Palacio Nacional, donde se espera un largo besamanos de sus correligionarios y comparsas–, el priista Enrique Peña Nieto buscará rehacer los viejos y caducos mecanismos de poder que su partido creó en siete décadas.
Pero antes de sentarse en la silla presidencial y renovar la liturgia de poder, el exgobernador del Estado de México habrá de mirar la herencia que le deja el panista Felipe Calderón, por cierto no nada prometedora, sino más bien un infierno o una pesadilla dantesca: una deuda pública de 5.1 billones de pesos (152% más en seis años); 52 millones de pobres (casi la mitad de la población nacional); salarios estancados; aumento de 100% en productos básicos; ocho millones de jóvenes sin trabajo; déficit de empleo de cerca de 5 millones en el último sexenio, y una violencia que ha dejado 80 mil muertos, 10 mil desaparecidos y 250 mil desplazados, según datos de organizaciones sociales.
Peña Nieto tiene ante sí un panorama sumamente complicado, heredado por los gobiernos del PAN y el PRI, y lo que menos se necesita es recrear las viejas fórmulas de poder basadas en el compadrazgo, las dádivas, la corrupción y la impunidad.
La intención de fondo de tener el control político, social y policiaco del país, nuevamente desde la Secretaría de Gobernación, como se hacía hace tres sexenios, es una iniciativa rebasada por la propia realidad.
Los tiempos de la mano dura y la censura con los que parece llegar el grupo peñista al gobierno han quedado atrás por una generación de jóvenes que se formó en los últimos 12 años en los que el PRI no gobernó.
Los nuevos y viejos problemas que enfrenta el país, así como la galopante violencia del crimen organizado y la guerra que le declaró Felipe Calderón, además de la creciente migración centroamericana, el abandono a la juventud (mayoritaria en el país), el olvido al que ha sido orillado el campo y el aumento de los grupos del crimen organizado, no serán resueltos si no hay un programa integral y de largo plazo del gobierno, lo cual no se ve en Peña Nieto y su equipo de gobierno compuesto por una clase política vieja, acostumbrada a defender sus propios negocios e intereses.
La desilusión y desánimo que dejó el panismo en esta fracasada transición a la democracia es parte de la herencia que le dejan a Peña Nieto, quien no llega con las mejores cartas para gobernar, sino a un país con un tejido social roto.
El exgobernador mexiquense no llega fuerte ni con un plan de gobierno de perfil social, sino con un programa financiero y de seguridad pública con el que pretende dar una imagen de que México recuperará la paz y tranquilidad pública perdida en los últimos ocho años.
Y si mantiene la misma estrategia militar y policiaca de Calderón para atacar el problema del crimen organizado, la violencia permanecerá o aumentará, y con ello el numero de víctimas.
La mano dura o el control de los medios difícilmente podrán funcionar como base de una estrategia de gobierno ante una sociedad que, a pesar de no estar totalmente organizada, ya no es dócil ni presa fácil para el engaño en lo que respecta a los medios de comunicación, principalmente las televisoras, socias de Peña Nieto en el ejercicio del poder.
No será con trucos políticos, manejo de imagen y control de la información como se podrá gobernar el país, si es eso lo que pretende Peña Nieto y su equipo comandado por Luis Videgaray, acompañado por Manlio Fabio Beltrones y Emilio Gamboa desde el Congreso de la Unión.
Si no se ven acciones inmediatas de gobierno, como la investigación de actos de corrupción y complicidad con el crimen organizado, lo que veremos con el gobierno peñista es “pan con lo mismo”.
Lamentablemente lo que se perfila es que no habrá cambios de fondo, sólo de maquillaje, y el país habrá de esperar la llegada de nuevos dirigentes sociales que hoy están en plena formación.

Monday, November 26, 2012

Museo de la Memoria de Rosario: el derecho a la dignidad





Rubén Chababo*


¿Cómo convertir la voluntad de un sector directamente afectado, en una necesidad de la sociedad? ¿Cómo hacer para que ese relato ocupe un lugar, si no central de la escena cotidiana, al menos visible y al alcance de todos?

Construir un Museo de la Memoria que recuerde las causas y los efectos del Terrorismo de Estado sobre la sociedad civil, implica poder responder estas preguntas. Pero mucho más que el imperativo de contar una historia, este Museo debiera ser visto como el esfuerzo por recordar algo amenazado, como tantos otros episodios de la historia, por el olvido.
El museo es un vehículo de la memoria, no es la memoria. Ningún museo de pretendida proyección histórica puede aspirar a contarlo todo y mucho menos a que todo el ayer se cobije en sus paredes. Tampoco a que el relato o la evocación hecha satisfaga por igual a todos los que forman parte de una sociedad. Una sociedad, cualquier comunidad humana, posee diferentes memorias y esas memorias poseen a su vez diferentes intensidades. Aquello que algunos recuerdan con estridencia, otros lo han olvidado para siempre; lo que algunos eligen recordar, otros lo desechan, acomodando nombres, geografías, capítulos enteros del ayer en el desván del olvido.
En el caso preciso de museos que hacen centro en el recuerdo de hechos traumáticos o dolorosos padecidos por una comunidad, esto que aquí se dice cobra aún mucho más fuerza. En Lyon, por ejemplo, donde se erige el Museo de la Resistencia, la mitad de su población prefiere no mirar el lugar de emplazamiento de esa institución: su sola existencia les recuerda que hubo un ayer en el que esa ciudad, o parte importante de ella, colaboró para que fuera posible la deportación de miles de sus ciudadanos.
Esto se repite por igual en la escena latinoamericana, en la que memoriales y sitios de recordación tratan de despertar la conciencia de ciudadanos que prefieren ser poseedores de pasados sin el peso que implica cargar con el recuerdo de hechos tan dolorosos. No podemos enjuiciar a quienes prefieren olvidar. Está en la libertad de cada uno de nosotros elegir el repertorio del ayer que queremos que nos acompañe en este presente. En cambio, sí podemos invitarlos a no ser indiferentes frente al dolor de los que memoran aquello que les fue arrebatado.
Hemos construido un museo a partir de preguntas, a partir de interrogantes que se asientan sobre un puñado incuestionable de certezas. Esas certezas son la evidencia histórica que no puede ni podrá ser jamás negada: la existencia de un sistema concentracionario, la desaparición forzada de personas como práctica sistemática, la incógnita acerca del destino de centenares de niños nacidos en cautiverio, el calvario de familiares en busca de una respuesta que nunca fue otorgada. Ese puñado de certezas alcanza como horizonte para que, a partir de ellas, formulemos un recorrido a través de una historia que desborda los años específicos que van de 1976 a 1983, y que nos hunde en la triste noche de tantas masacres olvidadas. Una historia o relato que comprende a los hombres y mujeres devorados por la mano homicida del Estado en las huelgas de 1919, a las decenas de personas calcinadas por los bombardeos sobre la Plaza de Mayo en 1955, o las almas vulneradas en las letrinas construidas por las tres AAA en los años previos al último golpe militar. Todos esos hechos conforman capítulos diversos de lo que buscamos evocar. Un relato oscuro, pero necesario traerlo al presente. Sintaxis macabra que revela cuántas veces en nuestro país la condición humana fue vulnerada y cuántas veces también la indiferencia ganó la partida frente al dolor de las víctimas.

Hemos construido un museo que busca despertar el recuerdo de esos hechos, pero que también pretende enseñar a las generaciones más jóvenes la importancia que supone el respeto y el cuidado de la vida y la dignidad humanas. No hemos construido un museo cerrado en sus lecturas, sino una institución que, a partir de la evocación de lo más triste de nuestro ayer, invita a considerar y a apreciar la importancia que supone vivir en libertad y democracia. Un museo que anuncia desde sus paredes la desconfianza hacia los dogmatismos, que enseña desde sus propuestas educativas a descreer de la promesa de bienestar que anida en los discursos autoritarios, que recoge también lo mejor de la tradición resistente de esta y otras comunidades que supieron responder con una negativa ante la llamada a ser cómplice de cualquier barbarie.
A pesar de ser un Museo de la Memoria, no hemos construido un museo que deposite una fe ciega en ella. Pueblos y comunidades que se reconocen custodios del deber de la memoria han cometido similares y aún más atroces episodios que aquellos que alguna vez se juraron impedir. El testimonio de esto que aquí se dice está en las calles argelinas capturadas por la lente de Gillo Pontecorvo, en los olivos y casas destruidas en la milenaria Cisjordania, en las cárceles clandestinas peruanas o bolivianas construidas por los mismos hijos de los que fueron humillados en el pasado, en el grito de alto que da el guarda en la árida frontera que separa a México de Estados Unidos, él mismo o su padre antiguo inmigrante que por milagro salvó su vida del ojo atento de la patrulla de control sólo unos pocos años atrás. Breve muestrario del poder del olvido o la confianza vacía en la palabra “memoria”.
No se trata de comparar o equiparar hechos históricos –cada acontecimiento histórico es singular en sí mismo–, sino de advertir su ominosa reaparición, oculta bajo nuevas máscaras, con otros atuendos o disfraces. Por eso construimos un museo que es consciente de la labilidad del acto de recordar, que sabe que la condición humana es frágil y que es poderosa la tentación de destruir y dañar incluso lo más amado que poseemos; que lo mismo podemos hacer leña del cuerpo de nuestros semejantes, como ser capaces de convertirlo en territorio de nuestro amor o conmiseración.
Por eso nuestra mirada y nuestra confianza apuestan a la educación como un pilar insoslayable para la construcción de cualquier sueño social presente o futuro, a los documentos de la historia como marcas insoslayables a la hora de reconstruir el pasado. También apostamos al arte contemporáneo como herramienta sutil para que nos ayude a nombrar aquello que la lengua no alcanza a veces a nombrar o describir. ¿Acaso no está en la obra de Carlos Gorriarena –en los rostros transformados por la mueca, en los cuerpos contorsionados como insectos o larvas– esa metástasis que corroyó el cuerpo y el alma de la nación a lo largo de más de un decenio? ¿No está en la obra de Óscar Bony ya nombrado o anticipado el peso del vacío que habríamos de cargar? ¿No está inscripta en la obra de Graciela Sacco la huella indeleble de lo que la condición humana deja como marca y registro sobre la piel invisible de este mundo, ya sea esa marca o registro una evocación de lo más bello o de lo más atroz que cargamos con nuestra existencia?
El arte contemporáneo puede alcanzar una dimensión pedagógica sin la necesidad de transformarse necesariamente en pieza testimonial o mero reflejo: así como losFusilamientos en la montaña del Príncipe Pío, de Francisco de Goya, dicen, dos siglos más tarde de ocurridos los hechos, tanto sobre la crueldad napoleónica como decenas de capítulos escritos para narrar esa historia de ocupación y resistencia, el Rosario de oración hecho por Claudia Contreras con páginas delNunca más –y ubicado en una de las vitrinas de nuestro Museo–, acaso concentre, en el espacio acotado de su breve y delicada materialidad, tanto o más que mil relatos de esperas, humillaciones y derrumbes.
Anuncio o evocación, alba o crepúsculo de lo que somos o fuimos, muchas obras y autores que acompañan nuestra narrativa cumplen con ese mandato de ayudarnos a entender la dimensión que han tenido nuestros derrumbes, nuestra indiferencia o compromiso, nuestra responsabilidad para que la luz o la oscuridad más escandalosa hayan sido posibles en Argentina.

No hemos construido un museo del que hoy podamos asegurar lo que habrá de ser o significar mañana. ¿Cómo habrán de resonar palabras como dictadura, desaparecido,picana, a alguien nacido en 2020? Quién puede asegurarlo? Ya las palabras Reich, Auschwitz, Treblinka, suenan desde hace algunos años extrañas a los oídos de las nuevas generaciones europeas, lo mismo que el término Gulag al oído de los jóvenes rusos nacidos después del final del siglo, cuyas vidas no guardan ninguna relación cronológica con la experiencia autoritaria padecida por sus padres o sus abuelos. Sobre estas preguntas sin respuestas únicas se asienta también el desafío de nuestro trabajo cotidiano.
Hemos construido un museo ubicado en un lugar emblemático de la trama urbana, emplazado en el mismo sitio donde en el pasado los perpetradores dañaron la vida de tantos hombres y mujeres. En las mismas oficinas/salas donde ayer se decidió la vida y la muerte de centenares de ciudadanos, hoy se transmiten valores democráticos y se habla de justicia.
Hemos construido un museo ubicado en el centro mismo de la ciudad, a metros de una de las plazas más bellas que tiene Rosario. Un museo que cotidianamente apuesta a recordarle a los ciudadanos que pasan por delante de sus puertas que hubo un tiempo en el que el cielo de este país se oscureció por siete largos años, y que la belleza de esa fachada y la de sus amplios ventanales abiertos a la luz del sol de cada mañana pudieron convivir con el más oscuro de los infiernos, en el centro mismo de la ciudad, en el corazón mismo de la vida cotidiana.
Acaso no sea del todo suficiente nuestro empeño; acaso no lograremos evitar que lo injusto vuelva a mostrar, en un futuro cercano o lejano, su rostro sobre nuestra comunidad, pero creemos que vale el esfuerzo de trabajar para impedirlo, que vale la pena la tarea que cada día emprendemos de intentar dejar testimonio de aquel pasado del que venimos, enfatizando, en cada una de nuestras acciones, nuestra confianza en contribuir, siquiera mínimamente, al arduo y nada sencillo trabajo de consolidar y hacer resplandecer el valor innegociable de la justicia, el derecho a la memoria y la dignidad humana.
*Director del Museo de la Memoria de Rosario, Argentina

Nosotros ya no somos los mismos



Si yo fuera asesor
Ortiz Tejeda


Vallas metálicas y retenes fueron instalados ayer en los alrededores de la Cámara de Diputados, en previsión de la toma de protesta de Enrique Peña Nieto el próximo sábado. Los vecinos tuvieron problemas para ingresar a sus domiciliosFoto María Luisa Severiano




Si yo fuera asesor de Enrique Peña Nieto mi preocupación del momento sería una ceremonia de protesta impecable, tersa, con gran respeto entre los poderes que constituyen el gobierno de la República. Un acto que guardara todas las normas protocolarias y en el que campeara una digna civilidad republicana. Es decir, sin sometimientos, adulaciones, exaltaciones ridículas y vergonzan- tes. Y tampoco, por supuesto, sin agravios, majaderías ni exhibicionismo, no sólo estéril, sino contraproducente.

Mi primera tarea sería sugerir la conversación con los líderes formales de las fracciones partidarias que constituyen el ala izquierda del Congreso, pero también con quienes, sin la representación legal, son líderes de diversos grupos y, finalmente, dada la heterogeneidad imperante en el sector, hablar personalmente con cada legislador y formularles esta hipótesis: si el actual titular del Ejecutivo propusiera al Congreso que la entrega formal (la banda presidencial) del poder que ejerció hasta las 24 horas del día anterior, 30 de noviembre, se efectuara en el salón Presidentes de Palacio Nacional y no en el recinto parlamentario, ¿estarían dispuestos a comprometerse como partido, fracción, grupo o individualmente, a llevar la fiesta (lo de fiesta es un decir) en paz? Es decir, sin alteraciones de ninguna especie al orden convenido para esta sesión solemne. El compromiso se firma, se graba y se cumple.

Los beneficios para todos los grupos de la izquierda, tan satanizados siempre, con razón o sin ella, son evidentes. Su imagen se iría a la alza con tan sólo unas horas de contención. Esta actitud en nada implica renuncia alguna a sus convicciones, ni la menor mengua de su combatividad. Afuera, la protesta tan amplia y enérgica como se quiera, en lo absoluto sería molestada ni menos aún reprimida. Los límites los marca la ley: pacífica y sin perjuicios a terceros. Adentro se valen actitudes severas, evidentes, de inconformidad y rechazo: permanecer sentados durante la protesta (no así mientras se rinden honores a nuestra enseña patria o se entona el Himno Nacional), dar la espalda al presídium (el derecho a disentir abierta, pero civilizadamente, es prerrogativa democrática inatacable), y por supuesto, en la tribuna, ejercer plenamente la libertad de expresión para inconformarse, reclamar, denunciar, proponer.

Y el premio mayor: la reivindicación. En un acto simbólico, que no compensa en lo absoluto el despojo, pero que sí lo mantiene vigente y revitaliza sus razones, la izquierda demostraría, seis años después, que 243 mil 934 sufragios (y muchísimos más), no fueron originados en la voluntad informada y consciente de los ciudadanos, sino en el fraude electoral en todas sus múltiples vertientes: cibernético, mediático, financiero, religioso. El pueblo (ahora llamado la gente, porque si todos vivimos en un mundo feliz –Sojo dixit–, ¿qué tiene que hacer el pueblo entre nosotros?), confirmaría quién era, fue y ha sido el verdadero peligro para México.

Si yo fuera asesor de las izquierdas, además de lo anterior, que no es poca cosa, les sugeriría (sobre todo a las siglas de bien ganada fama como amistosas, muy amistosas de los poderes en turno), que a la brevedad levantaran una relación de urgencia de cada grupo o persona, por ejemplo: olvido y sepultura de agravios pendientes, superación de mezquindades en las participaciones federales a las entidades gobernadas por la izquierda, extravío de averiguaciones previas, aquiescencia a iniciativas de ley no demasiado populistas, jacobinas o extremadamente nacionalistas y, por supuesto, apertura en la administración pública a personas de pensamiento democrático y nacionalista, que mucho vestirían al nuevo gobierno. Obviamente, el nivel de la nómina sería la medida del compromiso. Elaborado, discutido y consensuado el pliego petitorio, llamémoslo así, sería como siempre, inalterable.

Si yo fuera asesor de Felipe de Jesús, le diría: ¡Ni lo pienses! Te están ofreciendo la oportunidad de tu vida. Le relataría una conversación entre Jean Paul Sartre y Daniel Cohn Bendit, durante el 68 (The good old times), en la que llegaron a la convicción de que nada convoca, convence, persuade, moviliza tanto a las personas, como la realización de actos ejemplares. Este sería el tuyo.

¿Te acuerdas del Fobaproa? Juraste, con una cachucha panista de los tiempos de tu padre que jamás lo aceptarías y luego, con un sombrero de copa que te otorgaba espacio en la cofradía (despacho) de los diegos, ordenaste su aprobación. Nombrado director del Banco de Obras y Servicios, todavía no acomodabas el retrato de Margarita en tu escritorio, cuando ya habías solicitado un préstamo al que no tenías derecho. Y la debacle: la estúpida, irracional declaración de guerra contra un poder que, nunca entendiste, te rebasaba en todos los frentes, pero que suponías era tu única (imposible) posibilidad de legitimación. Pero obviemos todos tus irigotes y despropósitos: desde aceptar la recomendación de tus head hunters, los hermanos Grimm, y constituir el grupo gobernante con sus personajes esenciales: los Cortázar, Nava, Martínez Cázares, hasta nombrar a tu sucesor seis años antes y convertir tus afectos ínti- mos en duelos nacionales.

Juntemos el año de mofa y befa en que convertiste las efemérides más apreciadas de nuestra historia, con el embate a la educación oficial y a la universidad pública, con tu fobia al laicismo y a la diversidad, con tu afición al trueque de los veneros diabólicamente heredados, por los espejitos y la bisutería de Repsol, con tu indiferencia hacia las justísimas demandas de los pueblos originarios de estas tierras, y con tu saña contra los trabajadores. Dicen que parodiando al general Philip Sheridan, (el mejor indio es el muerto), es tuya la frase: “El mejor trabajador es el desempleado y contratado por outsourcing”. Pues todo esto y tus continuas demostraciones de pérdida de proporciones que has estado exhibiendo en este mes para justificar la ausencia de actividad durante los 2 mil 187 días que, hasta hoy lunes, llevas en la nómina, el resultado no te favorece. Supera ya el síndrome Proust: La busca del tiempo perdido, es inútil, jamás se recupera. Apenas el sábado andabas pedaleando o digamos mejor (para que la señora Aristegui no se meta contigo), trepado en una bicicleta, y hace días manejando un go kart, acción que te fue reconocida como un gesto de honesta aceptación sobre tus dimensiones de conductor. ¿Qué te hizo José Alfredo para que a su Perro negro, lo dejaras verde de rabia con un palomazo tan fuera de lugar como fuera de tono? Ahora que, donde si ya no te mediste, fue con la iniciativa de reforma constitucional con la que pretendiste convertirte en un tardío padre fundador. ¿En verdad piensas que con el bautismo de tu imaginario país, se olvidará todo lo que hiciste para enterrar el nuestro?

Sunday, November 18, 2012

Bulgakov y el teatro soviético*



Ilustración de Chuck Foxen

Hugo Gutiérrez Vega
Entre la maraña de artículos, ensayos y comentarios sobre el teatro soviético que ponen todo el énfasis en el análisis ideológico y olvidan los aspectos estrictamente teatrales, resulta muy problemático encontrar los datos necesarios para explicarnos la función cumplida por la actividad teatral en los grandes momentos de agitación social. Por otra parte, es muy difícil establecer un criterio para definir los beneficios y los prejuicios sufridos por el teatro en esas coyunturas. Este espeso panorama de dificultades se ve agravado por la presencia de las pasiones políticas que intervienen para alabar sin medida o para atacar sin ver los matices del problema. Después de leer esos ensayos se llega a una conclusión penosa: los unos y los otros, enardecidos por las polémicas ideológicas, se han olvidado de hablar del teatro.
Es indudable la influencia ejercida por el intenso movimiento revolucionario soviético sobre las actividades teatrales. Esta influencia se tradujo en la construcción de un impresionante número de salas y en la creación de obras que, bajo un ambiente de libre experimentación, trataban de encontrar las formas capaces de expresar los proyectos de la nueva sociedad. En los primeros años del régimen soviético esta búsqueda no implicaba la obligación de ajustarse a las pautas ideológicas o de aplicar, de una manera exclusiva, las técnicas del llamado teatro didáctico.
Lunacharski, en su discurso pronunciado en el Teatro Académico de Drama, en 1924, afirmaba que los elementos de la cultura tradicional representada por los teatros académicos podían unirse a las nuevas formas creadas por el Movimiento Teatral nacido a raíz de la revolución de octubre. Decía: “Estas dos raíces deben unirse para dar lugar al nacimiento de un teatro realista de costumbres, un teatro satírico de costumbres, un teatro excéntrico de costumbres, con matices, sin duda, nuevos y muy particulares.”
Lunacharski fue un firme defensor de la rica tradición teatral y un convencido partidario de la libertad de creación. Revolucionario maduro y responsable, hombre talentoso e imaginativo, propuso que se evitaran las formas de control y de represión dentro de la actividad teatral: “Estas formas lesionan directamente la cultura popular al impedir el libre desarrollo de la inteligencia.” Por otra parte, insistió en la necesidad de conservar lo mejor del teatro académico ruso: “Incluso en el seno de las tendencias decadentes de la burguesía no faltan aspectos útiles e interesantes, elementos formales dignos de respeto y una experiencia interior siempre valiosa.”
Ideología, creación y censura
Lunacharski, comisario de Instrucción Pública y autor teatral que inició su carrera escribiendo dramas históricos (CampanellaCromwell) y, más tarde, algunas comedias de sátira social (El veneno), fue el principal promotor de la vanguardia teatral (un crítico mexicano aseguró, en un memorable artículo, que Lunacharski fue el iniciador del realismo socialista y el ejecutor de la política represiva de Stalin) y un animador de los experimentos escénicos realizados por Meyerhold, Tairov, Vajtangov, Gaidebúrov, Ferdindanov, etcétera. Tal vez el aspecto más notable de su política haya sido el de mantener un criterio defensivo de la diversidad frente a los sostenedores de la urgencia de alcanzar la uniformidad ideológica que, según afirmaban, sólo podía implantarse por medio de las formas escénicas aceptadas por el Glavreperktom(Comité de Repertorio Teatral). Su política abierta permitió el desarrollo de las distintas escuelas teatrales. Gracias a ella continuaron realizándose los experimentos de Stanislavski; se escucharon y practicaron los principios del constructivismo y del formalismo estilizado de Meyerhold; se alentaron las críticas que de ambos métodos hizo Vajtangov, partidario al mismo tiempo de la “teatralización del escenario” y de la demolición de las barreras que “separaban a la ilusión de la realidad, al actor del espectador”, y se llevaron a cabo los postulados del “teatro sintético”, iniciados por Yevreinov y continuados por el ecléctico Tairov y su grupo de actores, “capaces de llenar el escenario con su sola presencia”. Todas estas escuelas, iniciadoras de la revolución teatral muchos años antes de que comenzara la Revolución de octubre, pudieron continuar sus investigaciones y experimentos gracias a los subsidios gestionados por Lunacharski, y a la atmósfera de libertad y de entusiasmo creador característicos del teatro soviético en la década de los veinte. Esta atmósfera se prolongó hasta 1928, año en que Stalin inició su política de control y de censura.
Para 1934 ya se había consolidado el aparato de censura. Por esa época, Djanov (personaje con el cual, sin duda, confundió a Lunacharski el crítico mexicano recordado en párrafos anteriores), en un pobre y amenazador discurso, sentó las bases del llamado “realismo socialista”.
Las consecuencias de estas medidas no se hicieron esperar. Desde ese momento gran parte de la producción teatral se ajustó a los modelos propuestos por la Unión de Escritores (con notables excepciones, como son las obras de Arbuzov, Katayev, Ivanov, Trenyov, Kirshen, Afinogenov, Zamiatin, Babel, Schwartz). Zamiatin, al referirse a las obras incondicionales, las describe de esta manera: “Abortos concebidos en el aburrimiento y la inmadurez. Todas son iguales: la escena muestra una fábrica (o un Koljós), un complot fraguado por saboteadores y, finalmente, el castigo del vicio y el triunfo de la virtud.” El crítico inglés, Michael Glenny, las llama simplemente boy-meets-tractor plays.
Zamiatin coloca en uno de los principales lugares de su lista de obras teatrales soviéticas “que han resistido el paso del tiempo”, las dos piezas “épico-realistas” de Mijaíl Bulgákov: Los días de los Turbin y La huida. Los personajes de La huidapresentan grandes dificultades para su caracterización escénica. No se trata de “estereotipados enemigos de clase”, sino, como afirma Mirra Ginsburg, de seres humanos en plena derrota, hundidos en una desesperación cargada de ironía y dispuestos a aceptar el mayor de los castigos: el descenso hacia el no ser.
Bulgákov evitó la caída en el teatro didáctico defendido por los simplones izquierdistas delProletkult y nunca aceptó ajustar el desarrollo dramático de sus obras a los esquemas propagandísticos. Apoyado por Gorki, Stanislavski y Lunacharski, logró sortear algunos de los escollos puestos por la censura y, aunque sus obras nunca contaron con el total respaldo oficial, y en varias ocasiones fueron suspendidas, siempre defendió su derecho a escribir, por medio de las cartas que enviaba a Stalin y de los interminables combates verbales que sostuvo con el Glavreperktom.
Al hablar de la actividad teatral de Bulgákov no pueden soslayarse los aspectos relacionados con su lucha contra la censura. Todo depende de la forma de aproximarse al tema. Algunos estudiosos caen en un “antisovietismo de Time-Life” y otros evitan las referencias al sistema de control político implantado a partir de 1928. Ambas posiciones son erróneas y conspiran en contra del conocimiento y de la crítica de esa obra. Tal vez las cartas enviadas por el mismo Bulgákov a Stalin puedan señalar el rumbo a una crítica literaria que, necesariamente, debe enfrentarse al análisis del contexto sociopolítico en el cual se desarrolló una obra cuya importancia aún no ha sido debidamente establecida. Entremos, pues, de lleno en el espinoso tema y cumplamos la obligación de relatar los hechos, sin que esto conlleve el deseo de realizar una investigación judicial o de condenar a un sistema desde una perspectiva política rudimentaria.
Novelista dramaturgo y viceversa
Bulgákov es conocido en nuestro medio por sus trabajos de prosa narrativa. En la Unión Soviética se le conoció, sobre todo, por su producción dramática. Algunos críticos simplistas opinan que el novelista prevaleció sobre el dramaturgo. Por esta razón, aseguran, “sus obras son novelas teatralizadas”. Nada más falso. Sus “panfletos teatrales” (La isla purpúreaBeatitud e Iván Vasilievich), sus obras “épico realistas” (Los días de los Turbin y La huida) y sus “dramas históricos” (MolièreDon Quijote y Los últimos días de Pushkin) demuestran un profundo conocimiento de las técnicas teatrales y una clara familiaridad con los problemas de la puesta en escena.
Nacido en 1891, hijo de un profesor de Teología de la Academia de Kiev, terminó la carrera de medicina y la abandonó muy pronto para dedicarse por entero a las tareas literarias. En 1921 llegó a Moscú y empezó a trabajar en el periodismo. En 1925 publicó sus primeros cuentos bajo el título La diablolada, e inició la publicación por entregas de su novela La Guardia Blanca. En 1926, el Teatro de Arte de Moscú estrenó su primera obra, Los días de los Turbin, adaptación de su novela La Guardia Blanca. Esta obra logró un enorme éxito de público y fue objeto de violentas críticas. Algunos afirmaron que el autor trataba de hacer “una apología de los blancos” y lo descalificaban ideológicamente llamándolo “contrarrevolucionario, pequeñoburgués y escritor antisoviético”. La obra fue prohibida y en 1929 Stalin levantó la prohibición, convencido, por una carta de Bulgákov, de que “no era nociva”. Debemos recordar también la defensa hecha por Lunacharski, cuando el comité Central de Repertorio la prohibió el mismo día del ensayo general.
La carta enviada por Bulgákov a Stalin es un inteligente alegato a favor de la libertad de expresión. Uno de sus párrafos dice: “Considero que, como escritor, tengo el deber de luchar contra la censura, y me refiero a cualquier tipo de censura ejercida por cualquier tipo de gobierno. Asimismo, tengo la obligación de defender la libertad de prensa. El escritor que afirme y trate de probar que puede seguir escribiendo en donde no existe la libertad de creación, es como el pez que declara públicamente no necesitar del agua para seguir existiendo.”
Sus “panfletos teatrales” fueron también objeto de crítica y de severas prohibiciones.La isla purpúrea sólo se puso en escena una vez, en el Teatro de Cámara de Moscú, siendo retirada inmediatamente por la censura. En cambio, su “dramas históricos” tuvieron fortunas desiguales. Molière se llevó a escena en 1936 y Don Quijote en 1941, un año después de la muerte de su autor. Los últimos días de Pushkin (obra en la que expresa el conflicto entre el creador artístico y el poder absolutista) fue puesta en escena bajo la dirección de Danchenko, en 1943.
En 1930, Stalin llamó a Bulgákov para informarle que había sido nombrado director asistente del Teatro de Arte de Moscú. Nuestro autor pasó los últimos diez años de su vida encerrado en el teatro. En esa época escribió varias obras en prosa narrativa (El maestro y Margarita y Novela teatral), que se dieron a la publicidad en 1960, veinte años después de su muerte.
Entre 1926 y 1928 escribió La huida. Al terminarla se la envió de inmediato a Gorki. Al poco tiempo recibió la respuesta del viejo maestro. “La he leído tres veces y estoy lleno de entusiasmo. Es una obra fundamental para entender la guerra civil y es, además, muy bella y graciosa.” El día del ensayo general se presentó la censura y prohibió la pieza. Los censores manifestaron que “los generales blancos aparecían como seres muy simpáticos”. Bulgákov luchó con su acostumbrada tenacidad, discutió con la censura y envío cartas y memoriales. Sus esfuerzos resultaron inútiles.
La puesta en escena
La huida se estrenó en Volgogrado en 1957. Más tarde se puso en escena en Leningrado y, posteriormente, se presentó en Praga y Varsovia.
Bulgákov propone a los directores, actores, escenógrafos, iluminadores, etcétera, una puesta en escena acorde con la estructura lineal, directa y sencilla de su pieza. La anécdota sigue un orden cronológico y tiene como propósito principal la presentación de una serie de personajes que huyen. Esa es su ocupación fundamental; su mundo ha desaparecido y sólo pueden aferrarse a sus propias personas. Sus nuevas identidades les resultan ajenas y lentamente se van hundiendo en lo que Kludov, uno de los personajes centrales, llama “el no ser”.
La mayor parte de los personajes de la obra corresponden a seres de la vida real. Kludov es sin duda, el general Shaslov, caudillo blanco que regresó en 1921 a la Unión Soviética, fue perdonado, se le reconoció su grado militar y en la segunda guerra mundial recibió la condecoración de Héroe de la Unión Soviética. El comandante en jefe es Wrangel, el líder de los blancos, y Africanus tiene todos los rasgos del obispo de Simferopol, capellán y líder espiritual del llamado Ejército de la Rusia del Sur.
Para el Glavrepetkom, los generales blancos de la obra de Bulgákov, así como los aristócratas en plena huida, “resultan demasiado simpáticos”. El autor respondió a la “acusación” con su más profunda ironía: “Los generales no son simpáticos ni antipáticos. No soy maniqueo y pienso que la propaganda burda es, por muchos conceptos, empobrecedora. No me interesan los héroes ni los antihéroes; me preocupan los seres humanos.” Los generales y los aristócratas en desbandada fueron objeto de la descripción teatral que no necesita de discursos políticos ni de apostillas didácticas. “El arte es interesante en sí mismo”, decía Gramsci, enfrentándose a una crítica que, bajo la máscara del Proletkult, mostraba los largos e implacables colmillos de la censura.
El teatro soviético produjo algunas obras de propaganda política sumamente valiosas. Lo son en la medida en que fueron escritas espontáneamente, sin que pesara sobre ellas la dictadura del arte programado. A partir de 1928, la censura petrificó las escuelas teatrales al obligarlas a encerrarse en el academicismo y empobreció la creación dramática al señalarle rumbos, imponerle temas y, sobre todo, prohibirle la experimentación y el tratamiento de aspectos de la realidad considerados como “peligrosos”. Estoy convencido de que estos hechos constituyen una de las peores tragedias sufridas por el arte teatral. (Por otra parte, no debemos olvidar que la comercialización del teatro, realizada por los mercachifles de la sociedad capitalista, ha deformado y empobrecido al movimiento teatral. No se puede experimentar, y mucho menos crear, cuando se vive bajo las presiones financieras). Gorki, Maiakowsky, Babel, Schwartz, Bulgákov, Meyerhold, Tairov, Stanislavski, Vajtangov y Danchenko demuestran con sus obras lo que podría haber sido el teatro soviético si la censura no hubiera actuado en su contra. Reconozco que la situación de la Unión Soviética era, en aquellos años, extremadamente difícil. Es indudable, además, que las presiones ejercidas por las naciones imperialistas obligaron a los dirigentes soviéticos a cerrar filas para defender la revolución, pero nada justifica la presencia de un aparato de censura. El marxismo es un humanismo y, por lo tanto, no puede cometer crímenes en nombre de la lucha de clases o de la dictadura del proletariado. La censura es (y en esto recuerdo las teorías de Lunacharski) un atentado permanente e institucionalizado en contra de la inteligencia y es, por ende, enemiga de la cultura popular.
Es conveniente advertir, antes de seguir adelante, que los críticos de la censura soviética caen, deliberada o inconscientemente, en la trampa que consiste en olvidarse de las formas revestidas por la censura en un buen número de países capitalistas. Mi crítica a la censura impuesta por el estalinismo tiene un carácter diferente, ya que nace de una admiración sin límites por el teatro soviético de la primera época y de la idea de que su desaparición se debió, en gran parte, a los excesos y desaciertos cometidos por una burocracia arrogante y autoritaria.
Escribo este ensayo unos días antes de enfrentarme a los problemas de la puesta en escena de La huida.* Los que vamos a trabajar en ella tenemos entre las manos una serie de personajes cargados de humanidad derrotada. Grotescos, violentos, cínicos, los generales, los aristócratas, los burgueses, los burócratas zaristas, los frailes, los obispos, huyen por los inmenso valles de Crimea hacia el no ser. Bulgákov los acompaña y los retrata. Sus dibujos tienen la fuerza de las obras de Goya. Esperpentos aterrorizados, seres enfermos y disminuidos, criaturas trágicas viviendo la ebriedad de perderlo todo, de autodestruirse para entrar desnudos y purificados al territorio de la nada.
Estas son las “criaturas de ficción” a las que debemos dar nuestro cuerpo para hacerlas existir. Ellas deben ser el centro de la obra (recordemos a Tairov). Lo demás, música, escenografía, efectos, etcétera, debe ponerse a su servicio. En el teatro soviético el actor ocupaba la escena y todo debía girar a su alrededor. Así sucede en la historia humana. En ella el hombre es el centro y el eje. Empezaremos este trabajo declarando nuestra intención de acercarnos al realismo fantástico buscado por el teatro experimental soviético. La huida es una hermosa obra dramática. Pensemos en Bulgákov y en lo que habría escrito si no hubiera sufrido los embates de la censura y de la estupidez, y recordemos así las tareas teatrales de aquellos que, ocupados en crear la sociedad nueva, buscaron incesantemente el teatro libre y capaz de cooperar en la labor de formación de un hombre nuevo.
* Publico de nuevo el prólogo a mi traducción de La huida de Bulgákov que editó la unam en 1977. Lo escribí cuando se iniciaban los ensayos de esta obra en la Casa del Lago. No logramos llevarla a escena, pues sus exigencias nos rebasaron totalmente. Este prólogo puede agregar algunos datos sobre el teatro soviético, ahora que la Compañía Nacional y la troika Tavira-Heras-Mayorga llevan a escena una obra sobre Mijaíl Bulgákov.

Friday, November 16, 2012

Viernes en punto de las 7 de la tarde-noche: La casa de la neta, donde tendremos la música y la poesía de Alex Clare, estupendo compositor inglés contemporáneo, naturalmente por www.somosunoradio.org
Susurrar, susurrando, susurrando, susurrando
Mientras me pase hasta las rodillas
Susurrar, susurrando, susurrando, susurrando
Al caer a través de los árboles de sauce, y me dijo que

¿Quién cuidará de los caídos?
¿Quién cuidará de la caída .. hoja ?

www.somosunoradio.org
Producción y conducción: René Zúñiga

Sunday, November 11, 2012

Clarice Lispector y la escritura como razón de ser



Xabier F. Coronado
Escribir es una maldición, pero una maldición que salva
Clarice Lispector
Hay diferentes maneras de hacerse escritor, muchos llegan a la literatura por estrategia, toman esa decisión como quien elige ser médico o político, motivados casi siempre por un espíritu de provecho. Algunos llegan a la literatura impulsados por las circunstancias, no deciden ser escritores, la vida los lleva a escribir como a otros lleva a ser obreros o funcionarios; no encuentran otra cosa para ganarse el sustento y se entregan a ello con la dedicación del que va a una oficina. También hay escritores que llegan a la literatura por necesidad, no por una necesidad material o de prestigio, sino por necesidad vital. Escribir es para ellos como respirar. Este tipo de autores deja en sus obras una marca, un estigma que se descubre al explorar líneas y párrafos, porque sus textos tienen algo más que palabras unidas y enlazadas de forma coherente. Al leerlos se siente un trasfondo que inquieta y atrae como un abismo, una puerta abierta al misterio que se crea cuando la literatura se practica como razón de ser. Son escritores por naturaleza y viven la literatura como una condena que, casi siempre, cumplen con satisfacción porque son conscientes de que sólo a través de la palabra escrita pueden encontrar el sentido de su existencia.
Entre esta clase escritores se encuentra Clarice Lispector. La narradora brasileña confiesa que, para ella, escribir “es una maldición porque obliga y arrastra como un vicio penoso del cual es casi imposible librarse, pues nada lo sustituye. Y es una salvación. Salva el alma presa, salva a la persona que se siente inútil, salva el día que se vive y que nunca se entiende a menos que se escriba.”



Literatura de introspección
Escribo para mí, para sentir mi alma hablando y cantando, a veces llorando…
Clarice Lispector


Clarice Lispector (1920-1977) es una escritora por naturaleza que muy pronto siente la necesidad de escribir. Desde niña enviaba sus cuentos a la página infantil del Diario de Pernambuco pero no se los publicaban porque “ninguno contaba realmente un cuento con los hechos necesarios para un cuento. Yo leía los que publicaban ellos, y todos relataban un acontecimiento”. Las historias de Clarice, aunque todas empezaban con el acostumbrado “Había una vez…”, no poseían un hilo narrativo, sólo describían sensaciones. Esta tendencia a la introspección es el eje fundamental de una obra literaria que busca transcribir el lenguaje interno, “me adiestré desde los siete años para tener un día la lengua en mi poder”.
La narrativa de Clarice Lispector se enfoca en examinar la esencia íntima y profundizar la vivencia interna. Esta decisión conlleva la difícil tarea de encontrar las palabras que materialicen en el plano literario el intangible mundo interior: “Hay muchas cosas por decir que no sé cómo decir. Faltan las palabras. Pero me niego a inventar otras nuevas: las que existen deben decir lo que se consigue decir y lo que está prohibido”.

Foto: panikonuclear.com
Una literatura de introspección que trasciende lo psicológico para transformarse en metafísica; sorprende que la autora apueste por la sencillez, por la palabra sobria: “Escribo muy simple y muy desnudo. Por eso hiere”; que exige, sobre todo, claridad y práctica: “No se equivoquen: la sencillez sólo se logra a través del trabajo duro”. El resultado, un producto extraño difícil de encasillar en un estilo determinado, posee una fuerza literaria que nos atrae desde el primer momento. Además, a través de ese no-estilo siempre inquisitivo, sus libros se convierten en verdaderos tratados poéticos de educación existencial.
Una obra diferente
Lo que te estoy escribiendo no es para leer, es para ser
Clarice Lispector

Wednesday, November 07, 2012

“Como a la tierra, a las mujeres hay que abonarlas y trabajarlas”: diputado priista....UPS, que maravilla !



El diputado del PRI, Salvador Arellano. Foto: Cámara de diputados
El diputado del PRI, Salvador Arellano.
Foto: Cámara de diputados
MÉXICO, D.F. (proceso.com.mx).- El diputado del PRI, Salvador Arellano, equiparó a las mujeres con la tierra ya que considera que hay que “abonarlas” y “trabajarlas” para que puedan dar productos sanos.
El legislador afirmó lo anterior al presentar un punto de acuerdo en el que pide al gobierno federal que se entreguen puntualmente los recursos del programa Procampo.
De acuerdo con información de Reforma, Arellano señaló que, con todo respeto para las mujeres y las diputadas, y según las palabras de ejidatarios de su región, la tierra es como las mujeres, hay que trabajarla y abonarla, darles el cariño necesario para que produzcan productos sanos y buenos.
Agregó que esto es lo que “los campesinos  manifestamos y por eso no abandonamos la producción”.
Las diputadas perredistas Purificación Carpinteyro y Verónica Juárez y la panista Beatriz Zavala se mostraron inconformes ante las declaraciones de Arellano.
Argumentaron que a las mujeres no se les puede comparar con “productoras” y que son seres humanos, ciudadanas con derechos.
Ante la presión y los reclamos, el diputado pidió que se eliminaran sus declaraciones del Diario de los Debates e indicó que no lo hizo con mala intención.

Izquierda renovada



Ebrard y Calderón estrenan línea 12 del Metro. Foto: Presidencia
Ebrard y Calderón estrenan línea 12 del Metro.
Foto: Presidencia
MÉXICO, D.F. (Proceso).- Se equivocan quienes tildan a los mexicanos de apáticos, fácilmente manipulables o apolíticos. Tanto las movilizaciones juveniles como la elevada participación en las urnas durante el último proceso electoral son muestras de que el “México bronco” sigue más vivo que nunca. La relativa quietud social actual no significa el arribo súbito a una fantasiosa “normalidad democrática” exento de confrontación política o protestas ciudadanas. Ni el paseo en Metro de Marcelo Ebrard y sus huestes con Felipe Calderón y Carlos Slim, ni la reunión de Enrique Peña Nieto con los gobernadores de “izquierda”, significan ningún cambio en las coordenadas de la política. Se trata de meros espectáculos mediáticos que no engañan.
El retorno de los dinosaurios al trono por medio de una elección turbia e ilegal tendría que ser una coyuntura muy favorable para la articulación de un amplio movimiento social a favor de la renovación de la clase política. La debilidad y el desprestigio del presidente electo, junto con el crecimiento electoral de la izquierda, constituyen una oportunidad de oro para el lanzamiento de una nueva ofensiva ciudadana.
Tristemente, la mayoría de los perredistas, y en particular Marcelo Ebrard y Jesús Zambrano, ven el mundo al revés. Precisamente en el momento de mayor potencial de crecimiento para la izquierda entre la población, estos políticos han decidido trabajar bajo la sombra del priismo y los poderes fácticos de siempre. En lugar de rebasar a Peña Nieto por la izquierda, prefieren “tomarle la palabra” al títere de Carlos Salinas para “exigirle” que cumpla con las huecas y cínicas promesas de su oprobiosa y dispendiosa campaña presidencial.
Esta actitud colaboracionista no tiene absolutamente nada de “moderna”. Al contrario, implica una vergonzosa complicidad con las “reglas del juego” imperantes, donde el dinero y el poder importan más que la legalidad y el estado de derecho. La última elección presidencial será recordada como el momento en el que finalmente se consolidó la traición histórica de los políticos, los poderes fácticos y las instituciones electorales al modelo de estricta regulación en materia electoral construido por las luchas sociales de las últimas décadas. Este modelo buscó defender el espacio público ciudadano de intervenciones externas indebidas durante los procesos electorales, y así quedó plasmado en las normas hoy vigentes.
Pero ahora Ebrard y su equipo saben perfectamente que si de verdad quieren conquistar el poder no tiene ningún sentido respetar la ley o perder el tiempo con “la prole”. Lo que realmente importa son los pactos sellados con vinos franceses de las mejores cosechas en restaurantes de lujo de Polanco, o quizás con un buen whisky escocés en la residencia de algún consejero o magistrado electoral.
La buena noticia es que la decisión de los perredistas de alejarse de los ciudadanos abre una excelente oportunidad para que estos también se divorcien definitivamente de los perredistas. Es hora de construir una verdadera agenda social para la transformación del país que no se quede en un hueco discurso de buenas intenciones, sino que logre imponer los términos del debate nacional a los políticos y coloque a los jóvenes y a los ciudadanos en primer lugar.
Y con el tema de los “ciudadanos” también hay que tener cuidado. Lo importante no es pasar “de la protesta a la propuesta” bajo aquella vieja lógica que tanto gusta a las grandes fundaciones internacionales, sino transformar la acción ciudadana masiva desde una actitud defensiva a otra abiertamente ofensiva y segura de sí misma.
No es la apatía sino el desánimo lo que explica la drástica reducción de la movilización ciudadana en los últimos meses. Antes, los jóvenes se lanzaron a las calles con la seguridad de que su activismo político podía tener un éxito muy concreto y medible. Primero, existía la posibilidad de impedir la llegada de Peña Nieto a Los Pinos. Y después hubo la ilusión de lograr la anulación de la elección presidencial. Cualquiera de los dos desenlaces hubiera enviado una clara señal de hartazgo a toda la clase política y generado una coyuntura favorable para la reconstrucción nacional.
Pero una vez que tanto el IFE como el Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación dieron el tiro de gracia a la legalidad electoral, el desánimo cundió entre la juventud. Si bien la democratización de los medios de comunicación sigue siendo una estratégica bandera de lucha, muchos jóvenes ya no perciben un objetivo concreto y alcanzable en el corto plazo para motivar su lucha e inspirar sus ideales.
Una posible nueva meta, sin embargo, está frente a sus ojos. La defensa de los derechos laborales y de la riqueza nacional, por ejemplo, no es una causa de generaciones pasadas, sino hoy más que nunca una lucha de supervivencia generacional. En ambos casos la disyuntiva es clara: o más oportunidades para los jóvenes, o más ganancias para los potentados.
La “reforma laboral” de Calderón y Manlio Fabio Beltrones ofrece a los jóvenes empleos precarios y mal pagados, lo que los condenaría a jamás poder independizarse de sus familias y a estar en una constante situación de vulnerabilidad laboral, física y social.
De igual manera, la reforma energética de Peña Nieto y Exxon-Mobil nos conducirá a una de las épocas de mayor corrupción y oprobio en la historia de México. De concretarse tal desmantelamiento estatal, los fraudes durante los sexenios de Miguel Alemán y Carlos Salinas no serán más que pecata minuta, casi un juego de niños. Y mientras los amigos europeos y estadunidenses de Peña Nieto se enriquezcan a costa de nuestro petróleo, la UNAM y demás universidades públicas empezarán a cobrar elevadas cuotas para mantenerse a flote, el ISSTE y el IMSS entrarán en quiebra total y muy pronto tendremos que despedirnos de los programas sociales de gobiernos federales y locales.
Hay que luchar para que las nuevas generaciones tengan más, no menos, oportunidades que sus padres. Pero ello solamente será posible si, primero, entre todos detenemos la voracidad de los potentados por medio de una acción social coordinada y decidida a favor de la justicia y la paz.
Twitter: @JohnMAckerman

Thursday, November 01, 2012

Sólo un breve tiempo aquí...como todos los viernes de 7 a 8 de la tarde-noche: La Casa de la Neta, naturalmente por Somosuno Radio


Yo Nezahualcóyotl lo pregunto:

¿Acaso de veras se vive con raíz en la tierra?

Nada es para siempre en la tierra:

Sólo un poco aquí.

Aunque sea de jade se quiebra,

Aunque sea de oro se rompe,

Aunque sea plumaje de quetzal se desgarra.

No para siempre en la tierra:

Sólo un poco aquí.

www.somosunoradio.org
La calaca con disfraz de hombre muerto

con la mirada perdida, sin hambre por costumbre

sin presente, menos sin futuro.

En la música: Armando Rosas, Juan Carlos Cortés, José Cruz Camargo Zurita, Chucho y etc., Jaime López y máx.

Conducción y producción: René Zúñiga



Flores, flores, flores para vivos y muertoooooooosss !!!