Thursday, June 27, 2013

Palabras de agradecimiento de Fr. Raúl Vera, O.P. al recibir el Doctorado Honoris Causa en Humanidades De la Universidad Central de Bayamón


Durante la Cuadragésima Segunda Colación de Grados
De la Universidad Central de Bayamón
25 de Junio de 2013
Centro de Convenciones de Puerto Rico
San Juan, Puerto Rico

Agradecimiento y aprecio a la Universidad Central de Bayamón
Agradezco profundamente a la Universidad Central de Bayamón la distinción que me concede al otorgarme este Doctorado Honoris Causa. Quiero también expresar mi grande aprecio por el noble proyecto de esta Universidad, que ha sido fundada por mis hermanos dominicos, quienes por muchos años han trabajado en la evangelización de estas bellas tierras del Borinquén.

Los ideales que mueven mi vida se empezaron forjar a mi paso por la Universidad
Fue precisamente en un ambiente como éste, siendo un joven estudiante universitario, donde fueron sembradas en mi corazón, las semillas de donde han germinado las fuerzas que impulsan hasta el día de hoy el derrotero de mi vida. Fue en mi juventud, en compañía de otras y otros jóvenes que se empezaron a forjar los ideales por un mundo justo, diferente al que construyeron las generaciones que nos habían precedido, y se esforzaban por mantener a flote.

Mi anhelo por un mundo más justo generó en mí, una rebeldía
Sí, debo decirlo, al mismo tiempo que en mi espíritu brotaba el deseo de un mundo diferente, se gestaba en él un impulso de rebeldía para buscar alternativas a mi vida personal. Es decir, cada día se hacía más fuerte en mí la convicción de que no podía integrarme a ser parte de la estructura inhumana que me ofrecía un modus vivendi más o menos confortable, pero a cambio de colaborar con las injusticias estructurales que se empezaron a establecer en México a mediados del Siglo XX, para facilitar el desarrollo de procesos de transformación industrial, a base de inversiones extranjeras. La especialidad que yo estudié en la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM) fue la de Ingeniero Químico, por lo tanto, mi trabajo hubiera estado ligado a los procesos de transformación industrial, por ello mi visión crítica del país se enfocaba desde el modo en que se desarrollaban en México tales procesos. 

Estas injusticias estructurales afectaban el orden político y el económico. México perdió libertad porque empezamos a ser objeto de intervención política extranjera, especialmente de los Estados Unidos, porque las empresas que invertían en mi país provenían en su mayoría de nuestro vecino país del norte. El objetivo de esta intromisión era supervisar que las condiciones sociopolíticas y socioeconómicas en México fueran del todo favorables para multiplicar fácilmente sus inversiones.

Los procesos de industrialización favorecían el enriquecimiento personal de los políticos que recibían regalías para desregular los controles fiscales financieros y aduanales, que permitieran el flujo de capitales al extranjero, con escasa o nula supervisión fiscal, así como asistían la salida de los recursos naturales no renovables de nuestra patria, que empezaron a ser saqueados de manera despiadada.

El campo, que requería inversión con los insumos necesarios a la producción agrícola, empezó a ser abandonado. Las principales víctimas de este retraso inducido fueron los campesinos. El motor fundamental de este cambio a la transformación industrial en México no fue precisamente la búsqueda del progreso de la mayoría de los mexicanos, sino la codicia de unos cuantos grupos, empoderados en el ambiente político, empresarial y financiero.

Se inicia en México el paso a un régimen de esclavitud moderna
Para proveer de obreras y obreros a las plantas industriales, no había ninguna calificación técnica para los campesinos que llegaban a raudales de la provincia mexicana a las grandes ciudades como México, D.F., la capital de la República y sus zonas conurbadas, así como a los otros dos grandes polos de desarrollo industrial de ese momento como Monterrey y Guadalajara. Estoy describiendo al país como se presentó ante mis ojos cuando yo terminaba mi carrera profesional, a finales de la década de los 60’s del Siglo XX. Los campesinos emigrados pasaron a formar parte de los cinturones de miseria de los grandes centros industriales. Se constituyó una especie de esclavitud moderna con el campesinado emigrado que era contratado sin la preparación técnica ni social para defenderse de las políticas laborales abusivas que el mismo gobierno mantenía, con la complicidad de líderes sindicales corruptos puestos al servicio de los empresarios. Esta situación de mujeres y hombres campesinos, recién convertidos, por la necesidad de comida y vivienda, en obreras y obreros, les sometía a niveles de vida muy por debajo de la dignidad humana.

Me negué a colaborar con un sistema injusto y cambié el rumbo mi vida
Yo definitivamente me negué a ser parte de ese sistema que en vez de producir vida, provocaba estructuras de muerte. No quise pagarles con la moneda del desprecio y el abandono a las obreras, los obreros y las familias campesinas, que con su trabajo habían sostenido mi formación universitaria. Por eso elegí integrarme a procesos que convirtieran en sujetos de la construcción de un nuevo México, a quienes eran víctimas de los procesos estructurales que se alimentaban del comercio con la carne humana.

Les invito a que se permitan hacer locuras y rebeldías
Me alegra estar con ustedes esta mañana queridas jóvenes, queridos jóvenes. Quiero pedirles que se integren a procesos que construyan la vida en su patria, para ello tienen que dejar a un lado su provecho personal. No vinieron a la Universidad para pensar sólo en ustedes mismas y en ustedes mismos. Sean creativas y creativos para edificar a su pueblo portorriqueño; no busquen beneficios egoístas ni salgan a buscar un progreso puramente personal, a cualquier parte del mundo, o al país, al que como Estado libre, están asociados.

Sean capaces de pensar de manera diferente, déjense contagiar de lo que Platón llama la “locura mística”, es decir, atreverse a pensar fuera del modelo social imperante, a esto ya les ha animado el orador invitado a su graduación, el Dr. José Vargas Vidot, él nos hablaba de la configuración de una sociedad con sentido comunitario, que se realice con un modelo donde no se justifique de antemano que existirán personas tratadas como sobrante, donde no se tolere de manera alguna la exclusión deliberada y planeada de personas y grupos particulares.

Comprendo que han sido preparadas y preparados en la Universidad para integrarse con su formación profesional al diseño, desarrollo y sustento de empresas e instituciones de muchos tipos, tanto en la función pública, como en la iniciativa privada, y ajustarse a los criterios que quienes dirigen esas empresas e instituciones les impongan.

Pero les animo a que se atrevan a empezar algo nuevo; aquí en este pueblo que les ha visto nacer les ha cuidado y les ha formado como profesionales, con una especialidad. Siendo realistas, busquen ser emprendedores de microempresas donde los criterios fundamentales sean los comunitarios, no los de la competencia y la ventaja sobre la otra o el otro. Rechacen como criterio fundamental que el dueño, el accionista y el funcionario de alto nivel en esas microempresas, deban ganar mucho más que el empleado o los obreros, porque tienen derecho a una mejor vivienda, a un mejor vehículo personal, a ropa y comida de más alta calidad. Todo ello, a costa del salario miserable del empleado y obrero, la barricada donde vive, el hambre y la falta de servicios que padecen él o ella y su familia, y la salud y la educación de las que carecen, y que al final de la vida, provocará negatividad e inseguridad para todo su entorno y sociedad.

Cómo iluminarnos con la palabra del Evangelio
Cristo dijo un día que la vida vale más que el alimento, y el cuerpo más que el vestido, y que no anduviéramos preocupados por el qué comeremos y por el qué vestiremos. Y decía que de esas cosas se preocupan desmedidamente los que no creen que Dios existe. Y ponía el ejemplo de los cuervos que ni siembran ni cosechan, ni tienen graneros y, sin embargo Dios los alimenta. Y decía también que los lirios del campo, que ni hilan ni tejen, tienen vestuarios asombrosos, al punto que ni Salomón en todo su esplendor se vistió como uno de ellos (Cf. Lc 12,22-30).

Jesús nos invita en estas palabras a no preocuparnos en cuanto al alimento, solamente en lo que se refiere a la vida personal, sino que pensemos en la vida de todas y de todos, quienes requieren para el sustento de la propia vida, del alimento necesario. También nos invita, en lo que se refiere al vestido, a no preocuparnos únicamente de nuestro cuerpo personal, sino del cuerpo de todas y todos cuantas y cuantos necesitan de vestido. De ese modo no vamos solamente a aprender a comer más modestamente, sino que vamos a ocuparnos en que ese alimento modesto llegue a todas y todos. Lo mismo el vestido, que sea modesto, para que alcance para todas y todos, dignamente.

Así deben diseñar sus empresas, no para tener residencias y vehículos de lujo, no para banquetear espléndidamente con alimentos y bebidas de lujo. Pensar en todas y todos nos lleva a procurar tener los niveles de vida adecuados, que permitan a todas y todos sin exclusión alguna, gozar de la vida digna que corresponde a cada ser humano que viene a este mundo. Buscando primero el reino de Dios que es inclusivo y lleno de justicia, todo lo demás se nos dará por añadidura (Cf. Lc 12,31). No podemos seguir pensando que es normal ver a tantas personas sometidas a la pobreza, en una miseria insalvable, mientras otras cuantas viven en la opulencia. Atrévanse jóvenes a ser rebeldes ante el modelo de sociedad que impera en estos momentos, y a trabajar por un modelo distinto, en el que esta tierra cumpla con la función a la que Dios la destinó cuando puso a los seres humanos a vivir en ella, para cultivarla y administrarla (Cf. Gn 1,26-29; Sb 9,1-3). Este planeta es la casa de toda la familia humana. Construyan así la porción del mundo donde han nacido y viven entre los suyos.


Les dije que en mi juventud, en un momento dado, me revelé a integrarme a procesos que generaban miseria y muerte. Hoy, a pesar de que soy un obispo, y tengo moderaciones y limitaciones, siento que esa rebeldía no se ha apagado en mi corazón; trabajo y lucho por un mundo en el que todas y todos trabajemos por un trato igual para cada ser humano, para cada grupo, para cada pueblo, para cada nación, con apego a los derechos fundamentales de nuestra dignidad como personas. Los Derechos Humanos son inherentes a la naturaleza humana, y esto no solamente lo aceptamos quienes creemos en el Evangelio de Jesucristo, sino que hoy está consagrado en la Declaración Universal de los Derechos Humanos, firmada y aceptada por la gran mayoría de las naciones del mundo, misma que nos corresponde promover y hacer valer junto con otros Convenios y Declaraciones. Muchas felicidades queridas jóvenes y queridos jóvenes, y qué satisfacción tan grande para mí, ser ahora parte de esta generación de graduadas y graduados de la Universidad Central de Bayamón. Gracias por hacerme parte de ustedes.

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