Sunday, December 13, 2015

Nahui Olin vs el Doctor Atl Elena Poniatowska


Dedicado a su mujer Matiana, hija del extraordinario arquitecto, ciclista y cantante de boleros y rancheras Fernando González Gortázar, el crítico Alain Paul Mallard escribió el guión de una película que transformó en libro: Nahui versus Atl.

Alain no sólo es el autor de Nahui versus Atl sino de un inquietante libro de gran literatura: Evocación de Matthias Stimmberg. También en París, tuve el privilegio de ver una exposición que le dedicó a una pareja notable, Bona de Pisis y André Pieyre de Mandiargues, ella pintora de una belleza sobrecogedora y él un escritor que hizo época, amigo de Leonor Fini. El fotógrafo francés que tanto amó a nuestro país y retrató a casi todo Juchitán además de inmortalizar a las prostitutas de la calle del Órgano en el DF. Henri Cartier Bresson tomó una foto de Leonor Fini desnuda en el agua de una piscina, frente a André Pieyre, de Mandiargues, que contempla su belleza que rivalizó con la de Leonora Carrington.

Nahui Olin es hija del general contrarrevolucionario Manuel Mondragón, quien participó en el asesinato de Francisco Madero. Su verdadero nombre es Carmen y la historia de su vida es digna de la curiosidad no sólo de Alain Paul Mallard sino de muchos mexicanos, entre otros lo fue del gastroenterólogo Raúl Fournier, quien la trató hasta los últimos días de su vida y siempre la encontró creativa y sorprendente, y del poeta y novelista Homero Aridjis, quien también escribió sobre ella. Su adorador de toda la vida es el generoso Tomás Zurián, quien ha coleccionado no sólo su obra poética escrita en francés sino su obra pictórica, además de objetos personales, fotografías, prendas de vestir, biografías y recuerdos para levantarle en su casa un verdadero altar. Cualquiera que quiera saber de Nahui Olin tiene que recurrir a ese pozo de sabiduría que es Tomás Zurián. También Adriana Malvido es una biógrafa confiable y excelente.

El Dr. Atl bautizó al astro Carmen Mondragón con el nombre de Nahui Olin y la volvió mítica. Nahui Olin es el nombre náhuatl del cuarto movimiento del sol y se refiere a la renovación de los ciclos del cosmos. El cosmos es una constante en la vida y en la escritura de Nahui que, según Andrés Henestrosa, predijo viajes interespaciales mucho antes de que los astronautas pisaran la Luna. En 1922 publicó su libro de poemas: Óptica cerebral. En 1937 la editorial Botas publicó su libro Energía cósmica con una portada diseñada por ella misma; en él, Nahui propone una serie de ideas sobre el desgaste molecular del universo y comenta de la teoría de la relatividad de Einstein. Dice no estar de acuerdo con algunos detalles de la teoría, sin especificar en cuáles. Da pruebas de un raro genio matemático para su época.

Nahui y Atl vivieron en la azotea del Convento de la Merced, donde el amor los hizo rodar por el tiempo como una bola de fuego. Para calmar sus ansias, se bañaban en los tinacos de la Merced y cuando los demás inquilinos protestaron, el Dr. Atl alegó: Si toman píldoras del Dr. Ross bien pueden beber agua del Dr. Atl. Nahui y Atl eran muy fiesteros y Nahui recibía a los amigos desnuda, una charola de tacos y tostadas bajo sus dos senos. Diego y Lupe Rivera, Adolfo Best Maugard, Ricardo Gómez Robelo, Tina Modotti, Edward Weston, Dalila y Carlos Mérida. Bailaban, cantaban, pintaban, fotografiaban y sacralizaban a México. Sobre un pedazo de cartón, Nahui le hizo un retrato a lápiz a Weston. Sus dibujos eran como ella: ingeniosos, libres y frescos.

Contemporánea de Edward Weston y de Tina Modotti, Weston tomó retratos prodigiosos de sus ojos y de su cuerpo desnudo que han hecho historia. También Antonio Garduño capturó desnudos de su cuerpo de diosa, pero no logran el impacto de las fotografías de Weston.

¿De dónde provienen los ojos de sulfato de cobre de algunas mexicanas que las hacen parecer encandiladas, posesas, veladas por una hoja de árbol, una ola de mar? De que Nahui Olin tenía el mar en los ojos no cabe la menor duda. El agua salada se movía dentro de las dos cuencas y adquiría la placidez del lago o se encrespaba furiosa tormenta verde, ola inmensa, amenazante. Vivir con dos olas de mar dentro de la cabeza no ha de ser fácil. Convivir tampoco. Se abrió ante el Dr. Atl un abismo verde: Yo caí ante este abismo, instantáneamente, como un hombre que resbala de una roca y se precipita en el océano. Atracción extraña, irresistible.

A Alain Paul Mallard le encargaron el guión de una película y prefirió hacer un libro que rescata el paraíso de ambos. ¡Pobre de Nahui! ¡Pobre del Dr. Atl! Vulcanólogo, vulcanizado. Su volcana rugía más que la Iztaccíhuatl, que no dormía jamás. Sus escurrimientos eran fuego. ¡Ay, volcana! ¡Pobre del Dr. Atl! Según Alain Paul Mallard, Nahui no sólo era un relámpago verde sino una mujer culta que amaba el arte, hablaba de la teoría de la relatividad, habría discutido con Einstein de ser posible, tocaba el piano y componía, hacía poesía y pintaba, sabía juzgar una obra de arte y creía en Dios. Eres Dios, ámame como a Dios, ámame como todos los dioses juntos.


Foto
Nahui Olin, por el fotógrado Edward Weston
La que sabía todo del placer por tener al mar en los ojos era Nahui. Atl le escribió:


Mi vieja morada ensombrecida
por las virtudes de mis antepasados
se ha iluminado con los fulgores de la pasión.
Nada nos estorba, ni los amigos ni los prejuicios.
Ella ha venido a vivir a mi propia casa
y se ha reído del mundo, y de su marido.
Su belleza se ha vuelto más luminosa
como la de un sol cuyos fulgores se acrecientan
con el choque contra otro astro.


Alain Paul Mallard la encerró para examinarla a solas, verla caminar desnuda en la azotea del Convento de La Merced y es probablemente quien ahora más la conoce gracias a su sensibilidad de escritor y de maestro de cine de varias generaciones de jóvenes europeos. Cuenta Juan Soriano: “Atl era chiquito, flaquito y perverso. Vivía en el Convento de La Merced y él fue quien más corrompió a Nahui Olin, porque le dio drogas alucinantes. También enamoró a la gran actriz, según Soriano, Isabela Corona pero a ella no la echó a perder porque tenía un carácter muy fuerte y nadie podía con ella.

Nahui se asumió sexualmente en un país de timoratos y de hipocritones y así la vio Alain Paul Mallard, quien la convierte en mujer-cuerpo, mujer-cántaro, mujer-ánfora. Poderosa por libre, se derrama a sí misma sin muros de contención. En el libro de Alain Paul Mallard parece que la piel de Nahui está escribiendo. Sus ojos son de un erotismo brutal, hasta violento. Las escenas de Nahui trasquilándose y luego rapándose que nos da Alain Paul Mallard son excelentes, así como lo son también los retratos que Diego Rivera hizo de ella en su mural La creación, en el Anfiteatro Bolívar, en 1922 y en 1923 en el fresco Día de Muertos en la planta baja de la Secretaría de Educación Pública. En 1929 Diego volvió a representarla en el muro de la escalera mayor del Palacio Nacional. En 1953, la colocó con un collar de perlas en medio de la burguesía porfiriana en el mural Historia del teatro en México, en el Teatro Insurgentes. También Roberto Montenegro le hizo un retrato espléndido en que ella parece un personaje de la corte española. Tomás Zurián la considera una de las primeras feministas sin pancartas que, con la sola fuerza de sus actos, transforma la condición femenina y se pregunta: “Si Nahui Olin estuvo loca eso no importa. ¿Acaso no lo estuvieron Juana la Loca, Camille Claudel, Federico Nietzche, Otto Weininger, Antonio Gaudí, Hugo van der Goes y Antonin Artaud? Nietzche dejó escrito: ‘siempre hay un poco de locura en el amor. Pero siempre hay algo de razón en la locura’. A esto podríamos añadir que una locura creativa produce mejores frutos que una razón improductiva”.

Tal y como lo describe Mallard, una relación tan intensa entre una volcana y un vulcanólogo tenía que hacer erupción. Nahui centelleaba de celos, su boca roja se volvió injuriosa, el convento barroco de la Merced se llenó de insultos y los gruesos muros resonaban con los celos, los gritos hirientes, las cóleras, los pleitos, el desgarramiento. ¡Qué extraño! El odio más grande sobre la tierra es el de dos que se han amado.

Encenizados, se separaron. Nahui repetía a quien quisiera oírla que Atl era un pinche medicucho cabrón.

En alguna ocasión vi de lejos en La Alameda a una mujer de edad que había caído en el abandono y Juan Soriano me informó: Mira, esa vieja despeinada a quien siguen los gatos es Nahui Olin; come en una cocina económica y los albañiles que suben al autobús se apartan de ella porque les mete mano.

En su libro, Mallard optó por presentar a Nahui Olin sin la gloria de la juventud. Sólo la ira de sus ojos verdes recuerdan la grandeza que la coronó años atrás. ¿Por qué empezar de atrás hacia adelante? La diosa del movimiento es, en su libro perfectamente documentado, una anciana rodeada de gatos, vivos o muertos y quienes se encuentran en su camino en La Alameda la temen como a una bruja.


Nahui versus Atl va de atrás hacia adelante. Un espejito oval azogado devuelve el rostro de una mujer bellísima. El libro Nahui versus Atl – por su valor y su valiosa información– está llamado a engrosar la leyenda de un personaje formidable: Nahui que al igual que Tina Modotti y Nellie Campobello fueron satanizadas, lo cual contribuyó a que sólo se les reconozca ahora cuando ya han muerto como ha sucedido con tantos mexicanas valiosas. México acostumbra ser injusto con sus mujeres, comprueba una vez más el escritor Alain Paul Mallard.

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